Unos 60 familiares de la futura Santa se reencontraron e intercambiaron recuerdos.
A sus 79 años, Catalina Martillo Plúas aún recuerda cuando le tocó vestir a la que fue su tía abuela, la beata Narcisa de Jesús Martillo Morán, cuando arribó sin vida desde Perú el 30 de abril de 1955.
Comenta que el trámite de repatriación del cuerpo lo hizo su hermano paterno Miguel Martillo Ronquillo, con sus propios recursos. “Fue una promesa que le hizo a nuestro padre Daniel Martillo Acuña, sobrino de Narcisa, quien acostumbraba a soñar que la traía de Perú. Y eso lo vio como una señal del cielo”.
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Desde que la recibió a la también llamada Violeta de Nobol, cuenta que un fuerte olor a flores emanaba de su ser, que descansó por varios años en el beaterio Nuestra Señora del Patrocinio, de Lima, cuando falleció en el año de 1869.
Este aroma según describe la novela histórica de Luis Padilla Guevara, titulada Narcisa de Jesús: la guitarra y la cruz, pertenece al Cabo de Jazmín, un tipo de flor sencilla que crece en Nobol y que siempre acompañó a la futura Santa.
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Un vestido de randa color blanco fue el atuendo con el que se cubrió a Narcisa, dice Catalina, una vez que fue trasladada a la Capilla del Santísimo Sacramento, en Manabí y Pío Montúfar. Allí estuvo por seis días, luego pasó a la iglesia San José (Eloy Alfaro y Manabí), en donde tras 17 años regresó a su santuario en su natal Nobol.
Las memorias de Catalina son las últimas que conservan las nuevas generaciones que surgieron de la familia Martillo Morán, de donde provino Narcisa. Todos ellos acudieron a una misa de reencuentro en honor a la futura Santa, organizado por el padre Roberto Pazmiño, la semana pasada.
Al acto litúrgico alrededor de 60 parientes de diversas partes del país se dieron cita. Aunque algunos no se conocían pudieron intercambiar recuerdos, información, estampas y hasta la fotografía que se dejó tomar Narcisa antes de su viaje a Lima. “Era una mujer sencilla que no gustaba figurar. Esta es única imagen original porque no tiene retoque alguno, se la tomó por insistencia de un sacerdote”, expresa Fátima Pino Martillo, sobrina de Catalina.
Esa única fotografía la portaban la familia de Sugey Ronquillo Navarrete, de 21 años, quien a decir de los Martillo nació con varios rasgos faciales de Narcisa. “Tiene la cara redonda de Narcisa, que muchas veces es retocada en las estampas; también tiene su nariz”, dice Fátima, quien se encargó de difundir la reunión a la familia.
Además de Sugey Ronquillo, la mayoría de los Martillo también señalan que Emily Brito Martillo (12) tiene un gran parecido con el rostro de la beata noboleña. Ambas coinciden que aunque no lograron conocer a la beata y conocen poco de su vida, procuran dar a conocer su ejemplo e imitarla.
Tras la misa, las generaciones de los Martillo visitaron el lugar donde se asentaba la hacienda San José, donde se crió Narcisa. Allí, aunque no hay rastro de esta, aprovecharon la ocasión para tomarse una foto familiar al pie del guayabo, donde solía rezar la recordada niña Narcisa.
Roberto Pazmiño
monseñor
“Llevar el apellido Martillo (por la familia de Narcisa) implica ser más humilde y caritativo”.
Emily Brito Martillo
FAMILIAR
“Es un orgullo y a la vez responsabilidad ser familiar de Narcisa”.
Familiares
Durante la convivencia entre los parientes de la beata, Fátima Pino Martillo (en la foto de abajo), hija de una de las sobrinas bisnietas de Narcisa de Jesús, hizo referencia al parecido de Sugey Ronquillo Navarrete (foto de arriba) con la próxima santa. Ronquillo manifestó que no sabría distinguir sobre su parecido con Narcisa de Jesús, pero señala que desde pequeña se esmera por aprender de las acciones de esta y ponerlas en práctica. “Es una gracia ser de la familia de una santa, pero por lo mismo debemos seguir su ejemplo. No podríamos llegar a alcanzarla, pero sí dar a conocer las lecciones de vida que nos dejó”, expresó Ronquillo, de 21 años.