La trama narra la historia de Laura (Belén Rueda), quien regresa con su esposo y su pequeño Simón al orfanato en el que transcurrió su infancia, con la intención de abrir una residencia para niños discapacitados. El nuevo y turbador entorno despierta la imaginación de su hijo, que comienza a jugar con amigos invisibles. Pero lo que sus padres consideran una fantasía inocua, degenera en una obsesión cada vez más intensa, al punto de rozar lo paranormal. Laura, como era de esperarse, descubre que hay algo en la casa que está amenazando a su familia.

En el guión de Sergio Sánchez, respaldado robustamente por la producción de Guillermo del Toro, conviven ecos de varios clásicos del género del terror, como música disonante, cámara en mano, un color deslavado que no deja ver muy bien lo que hay debajo de la cama y niños muertos, explotados con anterioridad en títulos exitosos como Poltergeist o Sexto Sentido. No obstante, Bayona tiene el talento de hablarnos de cosas ya vistas, pero dándoles otro tono, gracias a un estilo sólido y nítido.

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La cinta ha sido un éxito internacional, de taquilla y de crítica, ya que sugiere más que muestra, insinúa más que afirma. Provoca un agradable resultado sin elementos macabros o truculentos ni feos golpes de efecto o trucos cinematográficos digitales al estilo de Hollywood. Incluso en los peores momentos se percibe cierta contención nada impostada.

Sin embargo, El Orfanato acusa cierta ausencia de demencia o de crueldad, que la perjudica en parte. Detalle que queda indiscutiblemente demostrado en ese doble final, que destroza el desasosiego que provoca la genuina conclusión del relato.