| cicaza@eluniverso.comEl humor de Mel Brooks logra su mayor triunfo en la recreación musical de satíricos descalabros teatrales en Broadway. Ante el arrase taquillero del Guasón en la fulminante Caballero de la noche, invoco la comedia como una refrigerante alternativa a la mortandad. Esta noche podremos ver Los productores en la televisión pagada y si bien sospecho que muchos de mis lectores no simpatizan con el género de comedias musicales, las irreverencias de Mel Brooks podrían ser motivos de algunas sorpresas. En su primera aparición cinematográfica en 1968, Los productores fue una especie de consagración para Brooks, su director-guionista y los protagonistas de entonces: Zero Mostel y Gene Wilder. La reencarnación teatral que llegó a Broadway en el nuevo milenio a la manera de una monumental producción musical, se convirtió en uno de esos megaimpactos mundiales que motivó a Brooks para regresar a las cámaras y convertir su modesta peliculita de hace cuarenta años en la nueva y descomunal versión musical que nunca llegó a las pantallas de los cines ecuatorianos. Los exhibidores decidieron tiránicamente que el género musical ya no funciona comercialmente. Así tampoco vimos El fantasma de la ópera ni la más reciente Rent. Y hay otras ausencias. Existe un barniz de nostalgia en las películas musicales, especialmente las más apegadas a las clásicas extravagancias de Cantando bajo la lluvia (1952). Allí el humor y la fantasía se impregnaban de una disparatada reflexión sobre los cambios en Hollywood en los años treinta, cuando llega el cine parlante y las estrellas del cine mudo tienen que hablar y cantar. En Los productores (2005), la directora Susan Stroman y un Brooks en sus 80 años –fungiendo como productor y guionista– hacen un glorioso homenaje a un cine de antaño que se resiste a desaparecer. La parodia 'brooksiana' se dirige más al show business teatral, con todos sus descalabrados albures. En el humor, a este hombre pocos le ganan. Recordemos que también fue creador de El súper agente 86 en televisión. Ahora el sapísimo Max Bialistock (un napoleónico Nathan Lane) de Los productores es el malévolo símbolo de todos los 'vivos' de la farándula escénica que recurren a lo impensable para llegar al éxito: crear una bomba musical que “ofenda a todos” y que solo dure una función, para quedarse con la plata de los inversionistas y escapar a Río de Janeiro. Su socio es un histérico contador (Matthew Broderick) con pánicos infantiles patológicos. Pero Primavera para Hitler, el engendro escénico que ellos crean, resulta sorpresivamente triunfal: una comedia musical donde Hitler es interpretado por un travesti (el genial Gary Beach) con tropas que bailan tap y forman esvásticas nazis. Will Ferrel, como el dramaturgo psicótico que imagina este desastre, se roba el show con sus dos canciones en alemán. Los productores es la película perfecta para cantar bajo tiranías guasónicas en todas las salas y pantallas.