Preguntaron a Íngrid Betancourt qué haría si regresaría en el tiempo, siete años atrás –cuando decidió transitar por la carretera controlada por las FARC– y ella contestó que volvería a tomar la misma decisión.
Sorprende la respuesta, ya que en otro canal afirmaba que la adolescencia de sus hijos, esos años perdidos eran irrecuperables.
Las mujeres que dejan de lado sus ambiciones personales para criar a sus hijos son heroínas anónimas que no aparecen en los periódicos. Las que sacrifican un ascenso, viajes de trabajo, escalar posiciones en la política o mejores remuneraciones. Las que prueban el gusto de la oficina pero escogen disfrutar de la rutina de los hijos. Las que saben que en la vida pública son sustituibles pero que con sus hijos no. A ellas, un saludo.
Lucía Ponce Correa,
Quito