| www.angelamarulanda.comA partir de hoy y una vez al mes, Ángela Marulanda responderá las inquietudes de los lectores que le envían sus cartas a angela@angelamarulanda.com. PREGUNTA: Soy padre de un niño de 9 años, y por supuesto deseo que sea un hombre trabajador y honesto. Me he dado cuenta de que me dice algunas mentiras y a pesar de que le he dicho que eso está mal y lo he castigado, lo sigue haciendo. ¿Qué puedo hacer para que deje de ser tan mentiroso?La mayoría de padres nos enfurecemos cuando nos damos cuenta de que nuestros hijos nos han dicho una mentira porque de alguna manera lo interpretamos como una ofensa personal. Pero las mentiras, más que una falta en contra de nuestras enseñanzas son un síntoma de que algo está mal.Ese algo puede ser que nosotros mismos les hemos enseñado a hacerlo porque faltamos a la verdad delante de ellos o les pedimos que lo hagan por nosotros para librarnos de lo que no queremos hacer y quedar bien ante los demás. Otro motivo poderoso es el temor a la severidad del castigo que recibirán, o al problema que se formará si nosotros nos enteramos de que han hecho algo mal.También es posible que los padres interpretamos como mentiras los falsos heroísmos que suelen inventar los niños entre 5 y 9 años y que no son otra cosa que las hazañas que ellos sueñan con lograr en esta etapa de su vida.Sin embargo, cuando los niños dicen mentiras a sabiendas de que los van a coger y a pesar de que es evidente para todos que está faltando a la verdad, la razón es lograr la atención de sus padres o mayores. Está visto que si los hijos se sienten ignorados o poco reconocidos por sus buenos actos pueden optar por mentir porque prefieren ser reprendidos que permanecer ignorados.Lo que los padres debemos tener presente es que los niños no aprenden a actuar bien a base de recriminaciones o de sanciones sino que es algo que se les enseña, que se les contagia. Los niños copian de los adultos que aman la forma de resolver las dificultades en que se encuentran o de obtener lo que quieren. Por eso, una conducta impecable de parte nuestra así como un sincero reconocimiento a sus buenos actos es lo que más ayuda a los hijos a ser honestos y a actuar en forma correcta. Son más capaces de elegir ser honestos cuando se sienten muy amados que cuando se sienten muy censurados. Así, si los padres nos concentramos en sus fortalezas y virtudes en lugar de sus errores, tendremos más posibilidades de que nuestros hijos crezcan y florezcan como personas íntegras e intachables.