Hace unos meses, sufrí la amarga experiencia de tener que llevar un familiar al hospital del Seguro, y, cruzar la ciudad de norte a sur, realmente es un arte, para el conductor. Salvo honrosas excepciones, todos creen que la ambulancia tiene que cederles el paso. ¡Y el puente! Dios me libre de repetir la experiencia.
Sería muy educativo que al menos una vez en la vida tuviéramos que pasar por el mencionado trance para poder recordar, para el resto de la vida, que en ese carro, al que le cerramos el paso, va un ser humano, que lucha por sobrevivir. Si está en nuestras manos, y si no podemos hacer algo por ayudarlo, al menos, no le pongamos dificultades para poder llegar a su destino, que, posiblemente, es su salvación.
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José Marín L.
ingeniero, Guayaquil