“Estoy en una situación demasiado difícil, desesperante...”, expresa Teresa Ibarbo, de 42 años, mientras intenta contener las lágrimas al recordar el accidente del pasado 18 de enero en el que perdió la vida su esposo, el policía Sergio Echeverría Mex, de 45 años.

Esto sucedió mientras el uniformado y su compañero, Pedro Parrales, llevaban a una detenida al CDP por la vía Perimetral, donde la patrulla en que iban se volcó. Según agentes de tránsito, el accidente se produjo por la explosión de una llanta, pero para Teresa la causante del hecho fue la aprehendida, quien –cuenta– hizo que el chofer (Parrales) pierda el control del carro cuando le tapó los ojos con la intención de huir.

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El chofer y la detenida fallecieron en el vehículo, mientras Echeverría murió doce días después. Pero aunque han pasado cuatro meses, Teresa y las dos hijas que tuvo con Echeverría, de 11 y 17 años, aún no han recibido las pensiones de montepío del Instituto de Seguridad Social de la Policía (Isspol).

La mujer dice que esa entidad le entregó cerca de $ 1.300, dinero que junto con $ 3 mil de los ahorros del uniformado, ha gastado en gran parte para pagar los servicios funerarios y las deudas por las medicinas que necesitó su esposo en agonía.

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“He viajado tres veces a Quito, pero me dicen que no me pagarán las pensiones, pues los de la Isspol sostienen que mi esposo y el chofer de la patrulla estaban borrachos y causaron el accidente, pero es una mentira, solo para no pagar”, afirma.

Y mientras la investigación concluya, Teresa trata desesperada de mantener a sus hijas. “Ellas están en un colegio particular y cuando murió mi esposo las becaron por ser buenas alumnas, pero ahora están deprimidas y han bajado de notas. Si pierden las becas, no podré educarlas”, manifiesta la mujer, quien indica que a su edad se le hace difícil conseguir trabajo.

Para ella, la Policía ha pagado mal el esfuerzo de su cónyuge, quien dio 23 años de su vida a esa institución. “No solo él se sacrificó, sino toda la familia, porque cada vez que le daban el pase a diferentes provincias nos íbamos con él. ¿De qué sirvieron esos esfuerzos, si ahora no sé ni cómo vamos a comer?”.