Los músicos ingresaron al escenario en medio de la oscuridad. Tímidas llamas guiaban sus pasos. Un reflector destacó de pronto la silueta de Schuberth. Nació el sortilegio. Fue catarsis, purificación colectiva, descarga silenciosa de emotividad, brote inesperado de un amor secreto por este litoral ecuatoriano.