Con las obras del Museo Municipal ha articulado, hasta ahora, tres exposiciones. La más reciente,  Los expulsados del paraíso.   

Los expulsados del paraíso  es la tercera muestra   que la curadora y crítica de arte cubana Lupe Álvarez  -quien fue la creadora del proyecto Umbrales del MAAC-  articula  con las obras de arte de la reserva del Museo Municipal,   patrimonio que en la actualidad estudia. La primera  fue  El espacio y la idea.   La segunda, Un lugar especial en el mundo.   Los expulsados del paraíso está integrada por 11 piezas, de diferentes épocas, cuyo eje  es  la marginalidad.

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“Esta exposición tiene la importancia que muestra obras de los 60, 70, 80, 90 y 2000.  Están representadas todas las generaciones que han intervenido en el Salón  de Julio. Los problemas son en el fondo los mismos:  lo marginal, los excluidos,  los que no participan de los derechos del paraíso”, explica la curadora, quien destaca los diferentes lenguajes estéticos que se han utilizado para abordar la temática a través de los años y que están representados en la muestra.

¿A partir de qué reflexiones surgió el concepto y el título    Los expulsados del paraíso? 
Las sociedades contemporáneas   presumen de progreso, de bienestar, y sencillamente toda esta obra que se presenta,   de lo que habla es de la precariedad de los proyectos sociales. Muestra cómo fuera de ese paraíso de modernidad, de búsqueda de caras limpias, fastuosas, hay una cantidad de excluidos. Andaba buscando  para el título de la muestra un poema o un texto de un escritor,  que tratara la marginalidad, la subalternidad. Pero de pronto veo   la obra de Marcelo Aguirre:   Adán y Eva, expulsados del paraíso.  Una obra excelente, una de las más valiosas que tenemos aquí. Tiene un título de una fuerza tremenda.   Me pareció entonces  que  Los expulsados del paraíso   era un título que se relacionaba con las obras, que tienen un discurso evidente. No hay que rebuscar mucho. 
 
¿Cuál es  el  objetivo de hacer estas  propuestas temáticas?
La reserva  del Museo Municipal  es valiosa. Ejemplifica periodos muy importantes, lo mismo buenos que malos, del Salón de Julio. Este parte en un momento   clave en el desarrollo del arte ecuatoriano. Se funda en 1959 y refleja toda esta problemática de los 60, tratando de emerger en una modernidad con una   búsqueda   de nuevos lenguajes, después de una hegemonía muy fuerte de los lenguajes del realismo social. El Salón de Julio   emerge   con esas características. Las obras de los 60 son muy elocuentes. Entonces es muy relevante de estudiar,  de sacar conocimiento del estudio de esta reserva. Además, ha tenido momentos muy brillantes y bajos, también.
 
¿Qué época, según su criterio,  ha sido la más baja del Salón de Julio?

Los años ochenta.  Estudié esta reserva cuando hice el  proyecto Umbrales. Realmente tenía familiaridad con estos bienes,  sabía lo que representaban y el trato que habían tenido  hasta este momento es un trato museológico muy precario.  Es uno de los patrimonios de la ciudad de Guayaquil  y   vale la pena investigarlo, levantarlo.  Había    las obras allí acumuladas,  sin ningún discrimen y yo he venido a trabajar profundamente la reserva a partir de un proyecto curaturial   específico, que espera una gran  salida internacional del Salón. Eso le da relevancia, porque  patrimonio que no se exhibe, que no produce conocimiento, es un patrimonio muerto. Que la gente tenga noción de un objeto, no como un objeto ni como algo que vale mucho dinero solamente. Se aspira a levantarlo como capital simbólico.  Estoy colateralmente   levantando la información pertinente y necesaria. Es un trabajo muy arduo.   Mi aspiración es formar  un equipo especializado, si me quedo aquí a futuro.
 
¿Y cuál es el cargo que ejerce usted en el museo?
No tengo ninguno. Yo soy curadora. Trabajo puntualmente   para un proyecto. No soy de planta de este museo  y no tengo ningún estatus ni siquiera de contratada. Estoy trabajando para un proyecto específico  y voy incorporando trabajos que son necesarios. Quiero que quede realmente un trabajo importante, como el que hicimos  en Umbrales y sacar todas estas muestras. 
 
¿Cuántas piezas de arte tiene la reserva del museo? 
La precuraduría, una valoración somera, al ojo,   me hace pensar en  85 obras valiosas. Y otras que han sido producto de esas épocas malas y peores, que   hay que levantar investigativamente, porque también  los periodos malos se tienen en cuenta para la historia. Hay que ver no solamente la historia gloriosa.  Estoy empezando por  ordenar la reserva,   hacer localización a partir de las obras de máximo valor, porque   eso estaba indiscriminado. La reserva está en condiciones muy precarias. 
 
¿En el campo del arte el país ha   tenido mucha producción, pero escasa   investigación y poco  trabajo especializado?
Pero ahora ya no estamos en ese caso, afortunadamente. Ahora ya hay  gente con formación profesional. Ecuador ya no está en la situación de cuando yo llegué (1996). Ya hay gente que puede hacer un trabajo en  lugar de esa labor  empírica que se venía haciendo hasta ahora. Cuando  yo llegué esto era mucho más desolado.

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Breves

LAS OBRAS
Diez pinturas  y una escultura  integran la muestra   Los expulsados del paraíso.  Participaron en el  Salón  de Julio entre  1969 y el  2006, y  ganaron     el primero, segundo o tercer lugar.  La exposición estará abierta hasta el 31 de mayo, de martes a sábado, de 09:00 a 17:30. Entrada libre.