El sábado pasado, en la plataforma del MAAC, la noche fue de la peruana.
Si la Biblia dice que Eva salió de una costilla de Adán, la historia de la música popular testificará que Eva Ayllón salió de las entrañas de su pueblo.
La noche del sábado, en la plataforma del MAAC, se recordó el décimo aniversario de la firma de paz entre Ecuador y Perú y se celebró con música. La principal invitada fue la sureña Eva Ayllón, intérprete de géneros afro-peruanos y valses criollos. La velada se inició con Darío García, quien cantó un puñado de boleros y pasillos al más puro estilo de Julio Jaramillo.
También intervino una pareja de danza folclórica de la Universidad de Tumbes.
Publicidad
Pero la noche –con un cacho de luna clavado en el cielo– y su gente aguardaban por la Reina de la Música Afro-peruana. Cerca del escenario, Mirna Tavara, de Talará (Perú), decía: “Hemos venido a encontrarnos con nuestra música, ojalá que cante Que viva Perú señores”.
Bajo acordes alegres y pisando fuerte aparece Eva Ayllón: zamba, vital, auténtica y luminosa. La que interpreta lo mismo un vals, un festejo o un landó y marca con su fuego una época. Empiezan los ¡Viva Perú! Seguidos por ¡Viva Ecuador! Recibe peticiones a grito.
Publicidad
La noche se enciende a ritmo de Eva Ayllón y Moisés Lama, teclados; Mariano Lee, bajo; Tito, el Cholo Manrique en la guitarra y los percusionistas: Marcos y Rony Manríquez. En un concierto con ritmos y temas románticos, alegres y vitales, la Ayllón que a más de cantar, mover las caderas, tocar instrumentos de percusión, dialoga con el público. Le confiesa parte de su intimidad –hijos, divorcio, luchas, temores y sueños.
El show se convierte en una travesía por la música negra peruana. Con el cajón sonando y retumbando como un corazón de barro y madera. En ese viaje profundo, la Ayllón propone mediante “un trío de tres a la antigua” (requinto, cajón y voz) convocar a la legendaria Chabuca Granda con Fina estampa, La flor de la canela, etcétera. Del romance tradicional, nos conduce a un salseado: La gente dice que yo soy el muñeco de la ciudad/ porque soy un negrito con la boca colorá, es cuando sobresalen solos de teclados y cajón y dos coristas.
Pero el público exige valses criollos, historias de amor y desamor. Es cuando brota un puñado de cantos repletos de vida: Para que sepan todas/ que tú me perteneces/ con sangre de mis venas/ te marcaré la frente. Eva Ayllón con su ritmo sabor y color dejó sembrada su esencia en el escenario.