Al sur de la frontera es un interesante y absorbente thriller psicológico en un Japón moderno, una meditación sobre la fragilidad humana. En su interesante ensayo sobre el concepto del amor en San Agustín –que en su versión original constituyó su tesis doctoral– la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt observa que todos los bienes que deseamos en nuestra búsqueda de amor son objetos independientes, desligados de otros objetos. Cada uno de ellos no representa más que su bondad aislada. “El rasgo distintivo de este bien que deseamos es que no lo tenemos. Una vez que tenemos el objeto, nuestro deseo cesa, a no ser que estemos amenazados por su pérdida. En este caso, el deseo de tener (appetitus habendi) se torna temor de perder (metus amittendi)”. El deseo vendría a ser una combinación tanto prospectiva, en cuanto buscamos o apuntamos hacia algo, hacia delante, como retrospectiva, en tanto que nos remitimos al pasado que conocemos y que tratándose de la felicidad es algo que queremos conservar. Lo que oculta esta tensión, entre el amor que buscamos y el amor que no queremos perder, o mejor dicho lo que bajo ella subyace, es la terrible fragilidad de la existencia humana, algo que asustaba tanto a Pascal como a Sartre, desde tan diversas orillas, y que ha sido y sigue siendo un tema tan presente en la literatura y la filosofía. En su novela Al sur de la frontera, al oeste del sol” (Editorial Tusquets. 268 págs.), Haruki Murakami lleva la problemática de la fragilidad humana al extremo de verla amenazada por la propia existencia del ser humano. “Quizás he perdido la oportunidad de ser una persona con dignidad”, dice Hajime, el narrador en la novela, al cumplir sus 20 años. “Los errores que he cometido quizás fueron parte de mi propio crecimiento, una ineludible parte de mí mismo”. Los errores de Hajime no son mayores que aquellos actos de egoísmo que usualmente están prestos a cometer los individuos en su búsqueda de gratificaciones y experiencias. Sin embargo, como anota Richard Bernstein, en manos de Murakami, estos pequeños gestos, trivialmente adoptados y fácilmente olvidados, llegan a adquirir una fuerza destructiva casi salvaje. En este sentido, Al sur de la frontera, es un interesante y absorbente thriller psicológico en un Japón moderno, una meditación sobre la fragilidad humana y una aproximación media erótica, media enigmática, hacia el siempre elusivo otro. La figura central de la novela, que es su narrador, en la primera página nos confiesa haber nacido al inicio de la segunda mitad del siglo XX, una fecha muy singular como su propio nombre, Hajime, que en japonés quiere decir “principio”. Pero aparte de ello, Hajime es una persona “promedio” que proviene de una familia “típica” japonesa. Un miembro de esa generación de japoneses que nacieron luego de la guerra y que no sufrieron ninguno de sus privaciones y horrores. Quizás lo único inusual acerca de él es que fue hijo único, pues, las demás familias de su entorno o tenían dos o tres hijos, pero nunca solamente uno. Esto explica que la mejor amiga de su infancia fue otra hija única, Shimamoto, con la que compartió los secretos y juegos de la infancia. Ella no solo es hija única sino que es afligida por la polio, lo que la obliga a caminar levantando una pierna. Cuando la familia de Hajime se muda a otro lugar, los entonces adolescentes dejan de verse, a pesar de estar a dos paradas del tren, hasta muchos años después. Pero en su forma inocente Shimamoto se llevó con ella algo de él que lo impregnará para siempre. Como adulto Hajime tiene varias experiencias con mujeres, entre ellas a su enamorada de secundaria, a quien ha de traicionar; se lamentará luego no haber encontrado dentro de estas mujeres algo para él. Finalmente, Hajime termina casándose, con algo de amor y poca pasión, con la hija de un próspero empresario que le ayuda a abrir un bar de jazz, y luego otro. Con ella Hajime procrea dos niñas y logra una cierta estabilidad económica y espiritual.Luego, después de 25 años de ausencia, Shimamoto aparece en su vida. Ella ha cambiado asombrosamente. Una operación logró reparar su pierna. Parece presa de una extraña fuerza que la controla y que la hace infeliz. La novela nunca aclara qué o quién es esta fuerza.El resto de la historia transita entre la obsesiva atracción de ambos y el temor de perder todo lo que cada uno ha acumulado en el pasado por alcanzar ese porvenir hermoso, pero incierto. Ese anhelo por alcanzar el futuro, y ese temor por perder el pasado, del que observaba Harendt. Una de las habilidades de Murakami es mantener a sus personajes sitiados por amenazas permanentes. Algo que les ayuda a ellos, y al lector, a redescubrir la precariedad y fragilidad de la existencia humana. Murakami (1949) nació en Tokio. Sus padres eran profesores de literatura y desde niño se inclinó por seguir sus pasos. Se graduó en esa disciplina por la Universidad de Waseda. La editorial Tusquets ha publicado la mayoría de sus obras en español. En el 2001 publicó Crónica del pájaro que da cuerda, en el 2006 Kafka en la orilla, y este año Sauce ciego, mujer dormida, que agrupa 24 cuentos.