La cinta dirigida por el francés Eric Valette añade a los presagios la visión de esos monstruos del más allá que ya deben formar parte de la galería de imágenes prediseñadas de los programas de efectos especiales.
Este realizador ha potenciado los elementos de suspenso e incorporado al filme el toque psicológico de las películas de terror de los años setenta. Con una estructura similar a The ring o La maldición, la calidad de efectos especiales en esta cinta recuerda mucho a El Exorcismo de Emily Roses, sin dejar de ser una buena idea original con mal desarrollo.
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Su potencial se basa en la intriga, los actores, los anclajes y algo de miedo puro y duro. Una vez más Hollywood transforma una inquietante pesadilla japonesa en una sucesión de sustos y gritos adolescentes. Los efectos especiales están centrados en fantasmagóricas apariciones y el ringtone de un celular. Los espectros no parecen zombies, sino muñecas de porcelana antiguas. El supervisor de efectos especiales de maquillaje Brian Walsh ha incorporado desagradables grietas que se abren en el rostro de los fantasmas.
No diré que resulta tediosa, aburrida y soporífera pero la segunda mitad es lo que la dignifica, el ambiente se vuelve interesante y los picos de tensión se resuelven correctamente. Las situaciones en general no tienen lógica, la gente empieza a morir sin que nadie se inmute, el único amago de sentimiento es para quejarse de ser los siguientes.
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El no va más es que después de todo lo vivido superen las situaciones en cuestión de segundos, sin prestar la menor atención al hecho de que hayan muerto amigos y familiares y que una maldición se convierta en algo común.
En esta producción son destacables algunos movimientos de cámara, los filtros azulados en la fotografía de varios cuadros, el recurso del sonido pegadizo y la escena del muñeco que gira la cabeza en un quemado hospital.