El lugar de los pecadores
El rabino Wolf entró por casualidad en un bar; algunas personas bebían, otras jugaban a las cartas, y el ambiente parecía cargado.

El rabino salió sin hacer ningún comentario. Un joven lo siguió.

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–Sé que no le ha gustado lo que ha visto –dijo el muchacho. –Ahí solo hay pecadores.

–Me ha gustado lo que he visto –dijo Wolf. –Son hombres que están aprendiendo a perderlo todo. Cuando ya no les quede nada material en este mundo, no les restará más opción que volverse hacia Dios. ¡Y a partir de entonces serán excelentes siervos!

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Buda y el demonio
El demonio le dijo a Buda:

–Ser el diablo no es fácil. Cuando hablo, tengo que valerme de enigmas para que las personas no sean conscientes de la tentación. Tengo que parecer siempre astuto e inteligente, para que me admiren. Gasto mucha energía en convencer a unos pocos de que el infierno es más interesante. Estoy viejo, y quiero que pases a encargarte de mis alumnos.

Buda sabía que eso era una trampa: si aceptase la propuesta, él se transformaría en demonio, y el demonio se convertiría en Buda.

–¿Crees que es divertido ser Buda? –respondió. –¡Además de tener que hacer todo lo que haces tú, tengo que aguantar también lo que me hacen mis discípulos! ¡Ponen en mi boca cosas que no dije, cobran por mis enseñanzas, y me exigen que sea sabio siempre! ¡Tú no conseguirías aguantar una vida como esta!

El diablo se convenció de que intercambiar los papeles era realmente un mal negocio, y Buda escapó a la tentación.

El cielo y el infierno
Un samurái violento, con fama de provocar pelea sin motivo, llegó a las puertas del monasterio zen y pidió hablar con el maestro.

Sin titubear, Ryokan acudió a su encuentro.

–Dicen que la inteligencia es más poderosa que la fuerza –comentó el samurái. –¿Acaso usted puede explicarme lo que son el cielo y el infierno?

Ryokan permaneció en silencio.

–¿Ve? –exclamó el samurái. –Yo podría explicar eso mismo muy fácilmente: para mostrar qué es el infierno, basta con darle a alguien una paliza. Para mostrar lo que es el cielo, basta con dejar que alguien huya, después de haberlo amenazado.

–No discuto con personas estúpidas como tú –comentó el maestro zen.

Al samurái le subió la sangre a la cabeza. Su mente se puso turbia de odio.

–Esto es el infierno –dijo Ryokan, sonriendo. –Dejarse provocar por tonterías.

El guerrero se quedó desconcertado con la valentía del monje, y se relajó.

–Eso es el cielo –terminó Ryokan, invitándolo a entrar. –Rechazar las provocaciones estúpidas.