Cien años después de su nacimiento, Atahualpa Yupanqui es el mayor referente del folclore argentino, al que aportó un vasto repertorio de canciones que nutrió con la poesía y la sencillez de su pueblo. Autor, compositor e intérprete vocal e instrumental, Yupanqui es un precursor y un maestro.
“Utilizó sus canciones para marcar la existencia de situaciones injustas, pero nunca sacrificó lo artístico por lo político en su quehacer poético”, señaló el historiador argentino Félix Luna. “Decía las cosas de un modo particularmente simple, de esa simpleza clara y profunda que llegaba a los seres humanos como vaso de agua fresca”, refirió, por su parte, el cantante argentino César Isella.
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Son frases que se pronunciaron hace poco, con ocasión de recordarse el centenario del nacimiento de Don Ata, como solían llamarle sus seguidores a Yupanqui, autor de canciones ícono como Los hermanos: “...Yo tengo tantos hermanos / que no los puedo contar,/ y una novia muy hermosa/ que se llama ¡Libertad!”.
Nació el 31 de enero de 1908 como Héctor Roberto Chavero. Descubrió su pasión por la música tocando a escondidas la guitarra de su padre. A los 14 años adoptó el seudónimo de Atahualpa Yupanqui –en quechua, “el que viene de viejas tierras para decir algo”–. Compuso una infinidad de canciones y publicó varios libros. Afiliado al Partido Comunista en 1945, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, Yupanqui casi no grabó ni actuó en público, fue detenido ocho veces y pasó varios meses preso en una cárcel de Buenos Aires.
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Sin oportunidades en Argentina, en 1948 resolvió probar suerte en París: “Yo era todavía un don nadie. Me tocó actuar en el mismo espectáculo junto a Edith Piaf, que en ese momento estaba en la cumbre. Su humildad hizo que esa noche fuera yo la estrella y ella la segunda figura: por imposición de ella yo abrí y cerré el espectáculo. Cosas así no se olvidan”, recordaría el artista en 1971.
El éxito en París fue rotundo. En 1949 dio más de sesenta conciertos en toda Europa. Para mediados de la década de 1950, el folclore argentino vivía una explosión en cuyo pináculo estaba Yupanqui como decano y voz más reconocida de ese movimiento. En los 60 decidió probar suerte en España, donde en poco tiempo alcanzó la popularidad, aunque abandonó el país un par de años después cuando los censores franquistas intentaron supervisar sus letras.
“Yo no le pido permiso a nadie para cantar mis canciones”, dijo entonces Don Ata, quien se afincó en Francia hasta su muerte, en 1992, a los 84 años.
LAS ESCENAS
Sus canciones
Entre las aproximadamente 350 canciones de la autoría de Don Ata, pueden citarse: El arriero, Los ejes de mi carreta, Coplas del payador perseguido, Le tengo rabia al silencio y Luna tucumana.
Descanso
Las cenizas de Yupanqui descansan en su finca de Cerro Colorado, a la sombra de un roble. Es un pueblo al norte de la provincia de Córdoba, a unos 960 kilómetros de Buenos Aires.
En el rock
El legado de Don Ata ha recobrado vigencia en los últimos años. Ha influido incluso en el rock argentino, que lo rescató en 1993 de la mano de una versión de El arriero del grupo Divididos.