“Es la primera vez que tengo un trabajo legalmente, estaba llena de nervios el primer día, me preguntaba: puedo o no puedo, mire, sigo aquí”, cuenta esta mujer que anhela estudiar locución.
Lorena no es la única discapacitada que trabaja en Tía. También está Jesús Merchán, quien controla los videos de seguridad. Él usa muletas.
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De todas las discapacidades, la de la falta de visión es la que representa mayor obstáculo a la hora de conseguir un empleo. En Guayaquil, de 196 personas con discapacidad que consiguieron empleo, 7 tienen discapacidad visual. En Quito, de 251, solo 15.
Sofía Herrera, presidenta de la Asociación de Ciegos Luz y Sombra, dice: “Con esta ley se supone que debemos ser tomados en cuenta, pero creen que uno va a ser una carga y que uno no va a poder hacer nada. Hemos ido a dejar carpetas, pero de ahí no se mueven. El Vicepresidente de la República nos dijo en una reunión que iba a intentar hablar, pero ahí no más. Hasta el momento, la gran mayoría de ciegos vende caramelos o alquila teléfonos”.