Los líderes de la Unión Europea firmarán el jueves en Lisboa el tratado que reemplaza a la difunta Constitución Europea, un texto aprobado tras dos años y medio de crisis, y que esperan ratificar con la menor cantidad de referendos posibles.
Organizada por la presidencia portuguesa de la UE, la ceremonia se llevará a cabo poco antes del mediodía en el Monasterio de los Jerónimos de Belén, de estilo gótico tardío y construido en el siglo XVI para conmemorar el regreso del gran explorador Vasco da Gama de su viaje a la India.
Pero al marco histórico y los discursos a la gloria de Europa que se pronunciarán no harán olvidar que este "Tratado de Lisboa", un intrincado texto de 256 páginas, es el fruto de interminables negociaciones lideradas por la canciller alemana Angela Merkel, decidida a reactivar el proyecto europeo que el "No" a la Constitución de franceses y holandeses había hecho vacilar.
Si el texto recupera las innovaciones para facilitar las decisiones en una UE que pasó de 15 a 27 miembros desde 2004, dejó de lado en cambio todo aquello que hacía pasar a Europa a una velocidad superior: la palabra "Constitución", la referencia a una bandera y un himno europeos, y la integración de una gran Carta de Derechos Fundamentales.
Los estigmas del "No" de 2005 también están presentes: si los 27 aprobaron un texto sólo comprensible para juristas, un ejemplo perfecto de la grieta entre ciudadanos y eurócratas que todo el mundo depora, es porque querían evitar imprevisibes referendos, especialmente en los países "riesgosos": Gran Bretaña, Dinamarca, República Checa, Francia y Holanda.
Incluso, la palabra referendo se convirtió en tabú y ningún dirigente europeo se atrevió a celebrar al anuncio del gobierno danés de una nueva consulta de ese tipo sobre la adopción del euro, que debería significar sin embargo una buena noticia para Europa.
De la misma forma los países que pensaban organizar un referendo sin demasiado riesgo, como Polonia, fueron disuadidos de hacerlo para "no abrir la caja de Pandora", como explicó el eurodiputado liberal polaco Jacek Saryusz-Wolski.
Pero estas precauciones no significan que las dificultades hayan terminado.
El tratado, que debe entrar en vigencia el 1 de enero de 2009, plantea problemas de aplicación "que ya ponen nerviosos" a los diplomáticos europeos, según el embajador de Eslovenia ante la UE, cuyo país será el primero de los "nuevos" miembros del bloque en ejercer su presidencia en el primer semestre del año próximo.
Ya son varios los candidatos para los prestigiosos puestos creados por el tratado: el de Alto Representante para las Relaciones Exteriores, ocupado actualmente por Javier Solana, pero al que el nuevo texto otorga más poder; y el de presidente semi-permanente del Consejo, para el que circulan los nombres del danés Anders Fogh Rasmussen, el belga Guy Verhofstadt, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, el polaco Alexander Kwasniewski y Tony Blair.
Algunos temen que este nuevo presidente siembre la confusión, ya que deberá ser carismático sin opacar a la presidencia rotativa, que continuará teniendo a su cargo los asuntos corrientes (con excepción de las relaciones exteriores, las reuniones de mnistros de Finanzas y las cumbres).