Baltasar Ushca, un quichua de 64 años, es conocido como el último hielero del Chimborazo. Su oficio podría ser uno de los más amenazados por el calentamiento y más en Ecuador, cuyos glaciares se reducen año tras año.
Baltasar Ushca, como el coronel Buendía de Cien Años de Soledad, también recuerda cuando su padre lo llevó a conocer el hielo y después de 49 años de arrancarlo del volcán Chimborazo para su sustento cree que nunca desaparecerá.
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“Nunca he oído ni me han dicho que se puede acabar el hielo. Cuando se acabe se acabará el mundo, será el fin”, dice este menudo indígena quichua de 64 años, conocido como el último hielero del Chimborazo, un coloso de 6.310 metros ubicado en el sur de Ecuador.
Sin embargo, su oficio podría ser uno de los más amenazados por el calentamiento de la Tierra. Y más en un país cuya superficie total de glaciares se reduce año tras año. En 1997 alcanzaba los 97,2 km² y hoy cubre 70,1 km², según un estudio de expertos alemanes.
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Desde los 15 años, Ushca escala el Chimborazo, uno de los volcanes más altos del mundo, dos veces a la semana, hurgando en sus entrañas gélidas, con pico y pala, como si fueran minas de piedras preciosas, pero sin valor. Arropado en un poncho rojo que le cae hasta las rodillas, corta el hielo en bloques de 20 kg para venderlos por dos dólares y medio en los mercados de Riobamba, una ciudad famosa por los jugos silvestres preparados con la “fruta del Chimborazo”.
El hombre de profundos surcos en la cara asciende hasta 5.200 metros y baja con su carga envuelta entre pajas y atada a Azulejo y Moreno, los burros que lo acompañan en la expedición que descubrió su abuelo, siguió con el padre y seguramente morirá con él.
“A veces las tradiciones mueren juntas, y el Chimborazo y Baltasar son de esas tradiciones”, señala Rosa Almachi, de 57 años, dueña de un local donde Ushca vende sus bloques.
Según relata, los hieleros empezaron a desaparecer con la llegada de las refrigeradoras, aunque cree que el oficio ahora está más amenazado por el deshielo de los glaciares.
“El Chimborazo era bravo y no dejaba sacar el hielo, pero el tiempo lo volvió manso. Aquí caía nieve. Era tanta que cubría la tierra y no podíamos subir con los animales, pero hace 20 años no veo caer”, afirma Ushca.