La fe, los milagros y la aventura se conjugan en la romería que miles de devotos realizan en honor a la Virgen de El Quinche, una imagen religiosa construida en Quito hace más de 400 años por el español Diego de Robles.
Cada mes de noviembre miles de devotos de la Virgen de El Quinche, la mayoría de escasos recursos económicos, emprenden una romería a la parroquia homónima, ubicada a 60 kilómetros de Quito, la capital de Ecuador, para "agradecerle por los favores y milagros recibidos", según dijeron a Efe.
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Desde hace 400 años a la Virgen del Quinche se le atribuyen una infinidad de milagros y favores que se retratan en algunos lienzos y placas que los devotos cuelgan en una pared de la iglesia.
Entre los milagros que se asignan a la Virgen figuran la curación de enfermedades terminales y el haber, supuestamente, salvado a víctimas de graves accidentes, entre los que consta el mismo escultor español De Robles, según relatos históricos.
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Los fieles también le agradecen haber conseguido, presuntamente, buenos trabajos, mejoras en los negocios y hasta haber encontrado la pareja ideal.
El camino nocturno
Ataviados con vestimenta como si fueran a escalar un nevado, los devotos de la Virgen se agrupan en las cuatro principales vías que llevan al santuario, administrado por sacerdotes oblatos.
Los fieles de la Virgen, conocida también como la "Virgen de las Peñas" y la "Omota" (pequeña), por ser muy baja de estatura, inician la caminata durante la noche desde las localidades de Calderón, Tumbaco, Cayambe y Sangolquí.
Es una peregrinación nocturna para evitar la congestión que producen los ríos de gente que se apoderan de las vías, y para eludir el intenso Sol del día, dijo Blanca mientras trataba de recobrar el aliento al sentarse en una de las veredas.
Acompañada de sus dos hijos de 10 y 12 años, Blanca relató a Efe sobre su primera caminata, a los 12 años, junto a su madre, quien le habló del poder milagroso de la Virgen.
Dieciocho años después, Blanca alimenta la esperanza de que sus hijos hereden su pasión por la romería al Quinche.
No muy lejos de ella un grupo de adolescentes viaja sumamente animado gracias a una grabadora que emite las canciones más populares del momento.
Entre cantos y bailes, adobados con vino para alejar el "frío intenso" de la noche, según dijeron, caminaron por una de las rutas por más de siete horas, mientras algunos asombrados adultos criticaban tanto barullo en un evento religioso.
En la peregrinación no faltaron niños menores de diez años e incluso bebés, llevados por sus padres o algún familiar cercano.
Rodolfo, por ejemplo, caminó por más de siete horas con su hijo de ocho meses en brazos: "le ofrecí a la Virgen que le iba a traer a mi hijo, para que le bendiga, es duro, pero yo le ofrecí".
Con ampollas en los pies, Rodolfo, su esposa e hijo se concentraron, como miles de personas, en el "Campo Mariano", similar a una cancha de fútbol, para asistir a una de las ceremonias que los oblatos ofrecen cada hora, a partir de la 01.00 de la madrugada, cuando empiezan a llegar los peregrinos al santuario.
Sentados en el césped, los fieles de la Virgen del Quinche, construida por De Robles en 1588, escuchan el sermón del sacerdote, pero a muchos, el sueño y el cansancio venció a su fe.
"Sé el sacrificio que es llegar hasta aquí", dijo el sacerdote a los fieles, pero en "recompensa ustedes se irán iluminados como las velas encendidas que tienen en sus manos", dijo el clérigo.
"Levanten sus velas para bendecirlas, muestren ese mar de fuego inmenso que hay en el Campo Mariano en honor a la Virgen", pidió el sacerdote, mientras los fieles elevaban sus cirios encendidos que parecían una invasión de luciérnagas que iluminaban la fría noche.