Autora  quiteña presenta hoy en la librería Mr. Books de Guayaquil (Mall del Sol) su novela Poso Wells.

La escritora ecuatoriana Gabriela Alemán enfrenta la literatura con gozo, “como un conjuro contra la realidad de todos los días. Como una manera de respirar cuando parece que nos ahogamos”, dice. Es autora de cinco libros. El último es Poso Wells, novela publicada por editorial Eskeletra, que hoy trae a Guayaquil.

Su libro Poso Wells es un acercamiento al Ecuador de los barrios marginales, de los políticos con toda su demagogia, al país de la corrupción, pero todo desde la ironía, desde la desproporción, desde el humor negro. ¿Cómo llegó a la conclusión de que ese era el tono que le correspondía a una historia como esta? 
Cuando nos encontramos fuera del sentido común, cuando las más mínimas reglas del juego de una sociedad no funcionan o están quebradas, entonces quedan pocas salidas para narrar la realidad. Pensé que la sátira era el camino adecuado, quería que al señalar ciertas circunstancias (muy al estilo del niño que grita a todos los que quieran oírle que el Emperador desfila por las calles en ropa interior) los lectores sintieran escozor, una picadura incómoda que acercara la brecha que separa las prácticas de la sociedad de las que esta predica. Esas prácticas no solo involucran a los gobernantes y las clases altas,  Poso Wells  también se mueve por el sedimento de las clases medias, altas, bajas, por la Costa y la Sierra. El poder no reside solo en el Poder; el poder está en ese militar de bajo rango que maltrata a la gente del barrio; en el nulo respeto por los derechos de más del cincuenta por ciento de la población ecuatoriana, hablo de las mujeres; en la manera en que funcionan los servicios públicos y claro, en la manera en que los medios manejan nuestros deseos y gustos.

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Una buena parte de la novela transcurre en Guayaquil. Poso Wells, en la ficción, es una cooperativa y está ubicada en el sur de la ciudad. ¿Necesitó recorrer Guayaquil para ficcionarla? ¿Qué relación tiene con esta ciudad?
Guayaquil es la ciudad puerto, poblada por ecuatorianos de todas las regiones del país. Es la ciudad del imaginario creado por Daniel Santos, “el último puerto del Caribe”, la ciudad de JJ y el pasillo, la ciudad que recibió a los alemanes, libaneses, árabes, checos, chinos que llegaron a Ecuador en distintas épocas de nuestra historia como nación. Y también es la capital financiera del Ecuador donde, por su geografía, las desigualdades sociales se vuelven más patentes y visibles. Nunca me puedo olvidar de un alucinante documental de Patricio Guzmán que se llama  La cruz del sur,  sobre el sincretismo religioso en América Latina, en ese viaje a través del continente y sus prácticas religiosas hay un momento en que el director habla con  los más importantes teólogos de la liberación, entre ellos Leonardo Boff, mientras la cámara recorre kilómetros de kilómetros de viviendas de caña, de gente anfibia que vive dentro del agua, la toma dura una eternidad. Siempre asumí que eran imágenes de favelas brasileñas; años después, cuando conocí a Guzmán, le pregunté sobre esas imágenes, me dijo que eran tomas aéreas del Guasmo de Guayaquil.
 
En esta historia, en que casi todos están sedientos de poder, de dinero, de un toque divino o algo, también hay personajes bastante puros, como el periodista, y dos habitantes de Poso Wells: el anciano y Bella. ¿Cuál fue el objetivo al  delinearlos de esa forma?
Una de las razones por las que comencé a escribir  Poso Wells  fue porque estaba cansada, creo que como varios cientos de miles de ecuatorianos, de la manera en  que el discurso de la crónica roja se ha filtrado en toda narración de la realidad. Ese discurso se alimenta de la escena del crimen y después desaparece. En la isla Trinitaria en Guayaquil, en la Jaime Roldós, el Comité del Pueblo en Quito, ¿solo se experimenta la muerte, el odio, la droga, la venganza? ¿Nadie vive, ríe, aprende, sueña, desea, crea, también en esos barrios? Montenegro, el hombre anciano, es la voz que no oímos, cargados de la ilusión de lo nuevo y lo joven. Pienso que deberíamos escuchar más y gritar menos que inventamos todo a diario. ¿Bella? Es de los pocos personajes en la novela que no se engaña a sí misma, que sabe ver que la hipocresía y la falta de principios éticos y de ideales sociales no son la excepción sino la norma en el Ecuador de hoy  y no por ello, ella  tira la toalla.

BREVES

EN BOGOTÁ
Gabriela Alemán, junto con Leonardo Valencia, participó en Bogotá 39, que reunió a los 39 escritores menores de 39 años más representativos de Latinoamérica.