Y finalmente el día esperado llegó. Luego de una década de separación, la banda argentina se presentó anoche ante más de 35 mil personas en el estadio Alberto Spencer, en un recital en el que Juegos de Seducción dio pie a la euforia que se mantendría presente hasta el final.

Para algunos era su primera vez. Pero otros tuvieron que esperar más de una década para volver a ver a Soda Stereo sobre uno de los escenarios del país. Por ello, aunque la mayoría estaba ansiosa, no le importó esperar hasta las 21:30. "Ya hemos esperado tanto tiempo, ¿qué son una, dos horas más? Vale la pena", decía Tami Oña, que viajó desde Cuenca junto a doce amigos.

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Pero durante la espera no todo fue silencio. A las 19:30 las primeras notas del clásico The wall, del grupo inglés Pink Floyd, puso a cantar en un solo coro a los asistentes. Era la presentación del grupo guayaquileño Lemonpie que pese a que empezó bien, una falla de sonido lo obligó a ausentarse del escenario por media hora.

Solucionado el problema técnico, la agrupación formada por Ignacio Granja y Ernesto Estrada volvió para dejar de lado los covers y presentar -ahora sí- sus temas inéditos. Lo hizo hasta las ocho y media.

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Después de una hora de espera y ante los gritos insistentes que reclamaban al legendario trío argentino, todas las luces sobre el escenario se encendieron. Gustavo Cerati (voz y guitarra), Zeta Bossio (bajo) y Charly Alberti (batería) finalmente estaban ahí. 

“¡Viva Guayaquil, carajo!”, saludó Ceratti, el único integrante de Soda que hablaría durante todo el concierto.

Acompañados por tres músicos, el grupo argentino despertó la euforia y la nostalgia con temas como Telekinesis, Imágenes retro, Hombre al agua, En la ciudad de la furia, Pícnic en el cuarto B y Cuando pase el temblor.

Entre las 27 canciones que anoche se escucharon no podían faltar Trátame suavemente, El rito, Sobredosis de TV, Danza rota, Persiana americana, Primavera cero, No existes y Un millón de años luz.

Pese al gran dominio escénico y musical de los artistas argentinos, no todo fue perfecto en el recital. Las pantallas gigantes -cuyo tamaño no fue suficientemente grande para que los espectadores que estaban en las gradas puedan ver bien el show- recién se escendieron en la sexta canción. Esa fue la razón por la que se atrasó el concierto, fue la disculpa que dio Ceratti al inicio del recital.

Se tenía previsto, como se hizo en Argentina y Chile, transmitir en las pantallas gigantes la historia del grupo previo al concierto.

Fuera de libreto
Para el tramo final, el público ecuatoriano recibió un regalo especial que nadie se lo esperaba. Los que habían seguido por internet las noticias de cómo se desarrollaron las presentaciones en Argentina y Chile, y creían saber cómo funcionaría todo, también fueron sorprendidos.

La música dejó de sonar, y Ceratti empezó a contar a sus fans la sorpresa que también había recibido. Y es que precisamente en Guayaquil, que para ese momento ya se había transformado en la ciudad de la furia, se encontró a un viejo amigo. Era nada más y nada menos que Daniel Sais, uno de los ex tecladistas de la banda.

Lo presentó y enseguida lo invitó a tocar Prófugos. Al final no podían faltar los abrazos.

Después de más de dos horas, Ceratti, Zeta y Alberti se despidieron con Nada personal. Aunque faltaron temas como Te hacen falta vitaminas, Jet Set y Signos, el público se fue sastifecho. Definitivamente, Soda Stereo se pasó. Valió la pena esperar.