Regreso del Todopoderoso (Evan Almighty) es un buen esfuerzo para recuperar la imagen como tránsito de la comedia. Esta película no se echa atrás ante el chiste en el diálogo, pero enfatiza su argumento con imágenes humorísticas, generadas de lo absurdo de un argumento sencillo pero poco creíble.

Termina siendo una débil crítica a la corrupción de los organismos de poder y la política, pero en contraste con una modernidad cada vez menos mítica no se deja de lado el tinte ecologista, tan de moda en Hollywood.

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Por tradición las segundas veces en la cinematografía no tienen muy buena acogida, pero en este caso, el argumento de su antecesora del 2003, con Jim Carrey en el protagónico, era mucho menos irreverente y profano si se quiere.

La dirección de Tom Shadyac presenta esta vez a un Steve Carrell (Evan Baxter), a quien se recuerda por  Virgen a los 40,  junto al legendario y siempre sólido actor Morgan Freeman (Dios), compartiendo roles con  la adorable Lauren Graham (Lorelai en la serie Gilmore Girls).

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Un tema quizá desaprovechado que daba para la sátira y el cuestionamiento es el salto de los tornillos de este   filme que alegra y arranca buenas carcajadas pero sin perturbar demasiado, pues termina siendo un discurso conservador sobre la fe y unión familiar.

No es que el mensaje del bueno de Freeman sobre cambiar el mundo con amor no quepa, el problema es que en algún punto del camino, Shadyac  olvidó  que estaba rodando una comedia. Existe, sin embargo,  un buen uso de efectos especiales que pueden justificar el presupuesto de $ 175 millones de dólares que costó.

No es que esta cinta  revolucione el género, pero es eficaz y consistente en sus escenas y personificaciones. Tiene momentos emotivos bien logrados que no caen en la cursilería, como el encuentro de Dios con la esposa de Baxter en un restaurante. El lema de campaña del congresista Baxter, quien conduce un  Hummer, fue “cambiemos el mundo” y Dios se lo toma en serio.