Fotorreportaje. Los cangrejeros de esta zona del Guayas cuidan los recursos del manglar. Cuando no realizan capturas, miembros de la Asociación Seis de Julio, efectúan recorridos de control por el manglar y limpian la zona. Este fue el compromiso por la concesión de más de 1.300 hectáreas de manglar. Antes de las 06:00, decenas de motos atraviesan un camino de tierra, entre bananeras, piscinas camaroneras y bosques talados hasta llegar a una zona de manglar del cantón Naranjal, ubicado a 85 kilómetros de Guayaquil.

Allí, los motociclistas dejan los vehículos y cambian su indumentaria por botas, buzos y guantes; luego se internan en el manglar en busca de uno de los crustáceos más apetecidos en el mercado, el cangrejo.

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Al mediodía retornan, ennegrecidos completamente por el lodo y con un saco a cuestas en el que llevan la captura del día.

En ese momento comienza otra faena, cada uno se sienta en el lodo, entre dos estacas coloca una piola y amarra doce cangrejos, es lo que comúnmente se vende como un atado.

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Generalmente cada cangrejero captura el equivalente a una plancha (cuatro atados), aunque algunos admiten que uno de los cangrejeros, Jimmy Plúas, logra a veces cuatro planchas al día, o sea 192 cangrejos en aproximadamente seis horas de jornada.

Luego, en aguas salobres y turbias de un estero “se bañan” y “limpian” la ropa de trabajo. Luego acomodan la captura en gavetas atadas a sus motos.

La mayoría de ellos tienen compromisos con comerciantes a quienes venden su producto, otros comercializan la carne del crustáceo por libra y un pequeño grupo se aventura a vender al filo de la carretera a 3,50 y 4 dólares por atado.