Los invasores  es la cuarta versión cinematográfica de la novela de ciencia ficción de Jack Finney, The Body Snatchers (La invasión de los ladrones de cuerpos), publicada en 1954. Dos años más tarde Don Siegel dirigió en blanco y negro la primera película,  a la que llamó  Los usurpadores de cuerpos. Luego fue  el turno de Philip Kaufman en  1978 y hubo una más en  1993.

Esta vez sin modificar nada del original literario, el director alemán Oliver Hirschbiegel (que asombró al mundo con La caída, en la que narra los últimos días de Adolfo Hitler), reúne a un elenco encabezado por Nicole Kidman (Carol Bennell), Daniel Craig (el último James Bond) y Jeremy Northam, para llevar a la pantalla un resultado no tan bueno como se  esperaba, luego de que se retrasara un año su estreno y se rodaran 17 días extras en Los Ángeles, bajo las órdenes de los hermanos Wachowski, autores de The Matrix. Todo con la finalidad de imprimirle más miedo al filme, según se dijo. Cosa que tampoco logra, pues el resultado final no pertenece a ningún género específico.

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Le falta suspenso para ser un buen thriller; tiene algo de drama, pero tampoco es una película dramática y menos una cinta de horror, porque  el director fue demasiado elegante o  a los espectadores les costará un buen dolor de muelas desligarse de la idea preconcebida de que los zombies deben ser feos, caerse a pedazos y dar mucho miedo.

Con un guión lineal y bastante mecánico, donde los planos sanguíneos de las infecciones son del todo prescindibles,  y un final demasiado esperanzador, pero muy propio del estilo hollywoodense, lo que resalta es la lucha de Nicole Kidman por lograr la caracterización de un personaje humano en un mundo infectado de deshumanización, y consigue cabalmente alejarse de la típica mujer histérica de las películas de terror.

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Del otro lado de la balanza, un libreto que no le permite a Daniel Craig lucirse. ¿Lo positivo?... El buen uso de los gadgets modernos, como el celular, que ayudan a hacer crecer la tensión, hilo conductor del filme que a la vez retrata inteligentemente  el miedo actual del estadounidense promedio: al fracaso  o a la ineptitud de sus líderes.