Una vez más y reiterativamente serán los adultos quienes gocen con este dibujo animado. Los niños lo entenderán sin temor a escenas sexuales o de violencia. Pero los grandes, los surfistas, los amantes del mar o quienes hayan soñado con mirar el verdor dentro del tubo de una ola, serán quienes disfruten como reyes este filme.
Para hacer realidad su sueño, Cody conoce a verdaderos surfistas como Kelly Slater y Rob Machado, debidamente representados por pingüinos. Todos son entrevistados para una película.
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El filme es una citación no de otra obra, literaria o cinematográfica, sino de un discurso social incidente en el proceso creativo. Hablar por ello de ‘cine dentro del cine’ hace que esta película se convierta en un mirar el proceso de filmación de un documental que, nacido como un homenaje a Big Z (un surfista fallecido en competencia), se convierte en un viaje interno a la esencia del surfing y de quienes lo practican, haciendo de este filme un homenaje a todos ellos, o un pretexto para comprender su pasión por las olas, por los amigos y por la propia vida, pese a desear arriesgarla cada vez que bracean sobre una tabla.