Exposición.La artista guayaquileña habla a través de su nueva instalación sobre la fragilidad de la vida.

“Mi mundo gira alrededor de mi producción”, dice María José Argenzio. No empieza con intenciones determinadas, sino que señala sus intenciones una vez que la obra está terminada. Le disgustan las obras que son obvias. “El arte tiene que hacerte pensar”, dice.

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Y eso es lo que pretende hacer con un huerto, hecho de cuatro árboles de mango.  Hortus conclusus  (Huerto cerrado), nombre que le da a la obra el crítico y curador de la muestra, Cristóbal Zapata, es una instalación concebida para la galería Proceso / Arte Contemporáneo de Cuenca. La inauguró el pasado 5 de julio.

La conforman estos árboles tropicales, entre cuyas ramas la artista inserta toronjas. Forra troncos y frutos con hilo de yute, a fin de que todos los elementos mantengan una misma textura, pretendiendo a la vez  acelerar su descomposición.

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Argenzio escogió este forro como material natural para que vaya de acuerdo con lo orgánico de la instalación. Las toronjas se secan y se arrugan dentro del yute. A veces se hacen agua y despiden un chorrito que se desliza en el piso de la galería.

A partir de una idea que viene desarrollando desde noviembre del año pasado, Argenzio tomó estos árboles tropicales, los desprendió de la tierra y los trabajó en una cancha de tenis de Guayaquil hasta que estuvieron listos para viajar a Cuenca, donde sucede lo que pretende la artista con las instalaciones: se produce un injerto en un suelo ajeno, en un lugar donde no pertenece la especie.

Invocando un tópico de la iconografía cristiana y medieval, el Hortus Conclusus, donde la virgen María aparece enclaustrada dentro de un jardín rodeado de un muro que protege simbólicamente su castidad, la instalación de Argenzio realiza, bajo el disfraz de una operación botánica, un múltiple trasplante cultural de profundas resonancias críticas.

Pero ante todo, de acuerdo con Zapata, esta instalación invita a “contemplar y percibir la belleza de lo repulsivo y perecedero, de allí que surge como una elocuente e inquietante alegoría de lo efímero”.

“No soy yo como artista, sino la obra la que está viviendo”, expresa. La instalación de Argenzio muere una vez que los frutos terminan su ciclo de vida. La artista dice esperar que el público se enfrente con la mortalidad al ver sus instalaciones, reflexionando acerca de la fragilidad humana, del cuerpo en el mundo, que va cambiando con el paso del tiempo.

PERFIL: María José Argenzio

Edad
30 años

Sus inicios
En 1998 viajó a Londres a estudiar artes plásticas.

Exposiciones Anteriores
En el 2005 expuso en el MAAC, instalaciones a base de frutas, en las que trataba asimismo la fragilidad de la vida.