Cuando Roberto Andrade, ahora de 58 años, era un niño de 9 le gustaba espiar a un vecino en su casa de la calle Rocafuerte en Guayaquil, porque le llamaba la atención que sufriera exagerados temblores en las manos y contorsionara parte de su cuerpo.
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Pero con el paso de los años descubrió que el señor investigado no sufría de un problema de locura, sino de la enfermedad llamada mal de Parkinson, que le sucede a miles de personas en el mundo y a la que, sin embargo, se la puede combatir. Hace algunos años muchos afectados eran casi recluidos en sus hogares y no podían hacer una vida normal.
El papa Juan Pablo II, Karol Wojtyla, padeció este mal y nunca dejó de trabajar para ocultarlo. Otro ejemplo es el actor canadiense Michael J. Fox, de 45 años, quien sufre de movimientos involuntarios que le impiden la normal deambulación. Él es el protagonista de las películas Regreso al futuro I, II y III, a quien a sus 30 años le diagnosticaron el mal de Parkinson y que en 1998 decidió hacerlo público a través de la revista People.
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Él creó en el 2002 la Fundación Michael J. Fox para impulsar la investigación con células madre. De hecho, en octubre pasado causó una polémica entre los estadounidenses, según el diario The New York Times, por su campaña publicitaria en el sitio web YouTube en favor de los candidatos demócratas que defienden la investigación sobre las células troncales embrionarias que algunos científicos consideran fundamentales para descubrir tratamientos o curas para el mal de Parkinson y otras enfermedades. Incluso, los republicanos acusaron a Fox de exagerar sus síntomas como mover su cuerpo a ambos lados fuera de control.
Pero lo único que quiere Fox, según algunas páginas de internet, es poder ayudar a los demás a dejar de sufrir y darles una nueva esperanza. De ahí la importancia de conocer de qué se trata esta enfermedad progresiva e incurable.
Falta de dopamina
El mal de Parkinson se produce por la falta de dopamina, una sustancia producida en ciertas regiones del cerebro y que sirve para controlar la actividad motora del ser humano. “La dopamina va disminuyendo poco a poco porque las neuronas que la producen empiezan a morir y los síntomas aparecen cuando se ha perdido entre el 80% y 85% de estas”, dice el neurólogo Enrique Díaz Calderón.
“Los impulsos nerviosos llegan de manera irregular a ciertas neuronas motoras; asimismo otras neuronas pueden actuar sin control. Por eso los pacientes presentan temblor, rigidez, movimientos lentos, lo que repercute en todo el cuerpo para caminar, hablar, deglutir o respirar”, dice el neurocirujano brasileño Manoel Teixeira, quien intervino recientemente en operaciones de Parkinson en el Hospital de la Policía de Guayaquil.
Según Díaz, la evolución del mal es lenta y el paciente va deteriorándose en el transcurso de los años. Muchas veces restringe su actividad hasta prácticamente necesitar ayuda para sobrevivir. Sin embargo, hoy existen drogas que mejoran la calidad de vida por muchos años.
Nuevo medicamento
El medicamento clásico que existe desde 1960 para el mal de Parkinson es la levodopa. Es captada por las células del cerebro para formar dopamina. Según Díaz, en la fase inicial de la enfermedad el paciente responde muy bien a la medicación y es capaz de continuar haciendo una vida normal. En la segunda, la respuesta no es tan buena y deben utilizarse otras drogas como los agonistas dopaminérgicos (sustancias que actúan de manera semejante a la dopamina). Y en la tercera, la respuesta a la medicación es irregular y el paciente responde poco o de forma inadecuada.
Hoy en día han aparecido nuevas drogas que permiten que la levodopa se mantenga más tiempo en la sangre y por ende beneficie el manejo de la enfermedad. Ese medicamento, según el neurólogo venezolano Roberto Weiser, combina tres sustancias como la levodopa, la carbidopa y la entacapone. Esto permite que la dopamina que llega al cerebro tenga una mayor utilización y que su efecto dure más tiempo, con lo que hace que la estimulación dopaminérgica sea más continua y menos pulsátil.
“Se piensa que esto podría hacer que los pacientes retarden las complicaciones que a largo plazo se ven con el uso crónico de levodopa”, agrega Weiser.