Muchos de estos fanáticos del fútbol se acercaban hasta un quiosco algo destartalado pero concurrido que estaba en Quito y Ayacucho, donde vendían especialmente seco de chivo. Como la gente era de escasos recursos no pedían un plato sino el popular ‘paquetazo’, es decir un papel de despacho que contenía arroz, jugo del seco y ocasionalmente algún pedacito de carne. El valor del ‘paquetazo’ fluctuaba entre los 50, 60 y 70 centavos de sucre.

Para no perderse la sabrosa preparación, los que no tenían dinero optaban por dejar en prenda su cédula de identidad u otro documento, algún reloj o anillo para regresar a la siguiente tarde o noche a cancelar la deuda. En las primeras horas del nuevo día se observaba  una infinidad de papeles de despacho, que habían contenido el famoso arroz con jugo. Como en esa época no había tantas tarrinas ni  cucharas plásticas, el pan cumplía esa segunda función.

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Los estudiantes en su época de exámenes finales, para mitigar el hambre de las madrugadas, también se acercaban al quiosco del Colorado (César, su nombre) para degustar el seco de chivo, tan famoso como otros platos preparados en el ‘frigorífico’ del Mercado Sur, el restaurante Facundo, o la ‘bandera’ del parque Montalvo o La placita de la calle Cuenca.