Producción.  El escritor quiteño sitúa su historia en el Perú de la década del ochenta, que estaba convulsionado por la violencia.

El miedo, la angustia, el amor, el desencanto, el suspenso, se conjugan en esta, la tercera novela de Carlos Arcos, presentada recientemente. El invitado tiene esos ingredientes. Y otros que hacen que el lector siga los avatares de sus personajes hasta el final. Para ello, el autor propone una estructura narrativa distinta: varias voces propias, autónomas, que se entremezclan y se funden hasta construir la novela. La historia se teje como un rompecabezas, como una colcha de retazos en donde cada pieza, a la vez que mantiene una tensión propia, encaja y hace parte de un todo.

El invitado tiene como escenario el Perú de los ochenta. Un Perú convulsionado por la violencia, por  grupos como Sendero Luminoso y MRTA y por el aparato represivo del Estado. Un Perú que refleja la atmósfera de varios países latinoamericanos que han tenido sus momentos de represión y terror.

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¿Por qué el Perú? Por qué no, dirá el autor, que logra construir, con total verosimilitud, un escenario propicio para el curso de la historia que quiere contar. Ahí la ventaja de la ficción y la libertad del escritor que tiene siempre la posibilidad de inventar mundos, de recorrer geografías, de hacer suyos datos de la historia y de alimentarlos con sus propias experiencias.

El invitado no es una novela histórica. Ni un tratado sobre la violencia en Latinoamérica. Tampoco es un documento político ni un panfleto militante.

Es, más bien, un retrato de una sociedad que parte de las individualidades de los integrantes de una familia tradicional (Felipe, Carmen y Felipe hijo) en cuya cotidianidad irrumpe la violencia.

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¿Cuál fue la semilla para que germine esta historia? El autor cuenta que es “una  historia larga que se incubó en los oscuros momentos que viví en Chile en 1973”. Y la dedica a un amigo suyo, Jaime Buzio Lorca, desaparecido. En esta historia tienen que ver los años de militancia, vividos intensamente y descritos con cierta añoranza, pero no desde la acción sino desde lo íntimo, desde el recuerdo y desde el retrato familiar. Una obra polifónica en donde cada uno de los protagonistas narra, con voz propia, sus anhelos, sus angustias y sus temores.

Arcos construye esta historia en varios niveles. Sus personajes, los tres integrantes de la familia Sobogal, viven el tedio, la rutina, el día a día. Poco hablan entre ellos, cada quien está sumido en su propio mundo, en sus preocupaciones propias: la relación de pareja, los deslices, el colegio, los recuerdos, sus preocupaciones personales, sus sueños, sus desencantos.  Todo se sucede en calma hasta cuando Felipe padre, abogado, que llevaba discretamente y sin que lo sepan ni la familia ni los amigos casos de desaparecidos por el Ejército,  no llega a casa.

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Felipe padre narra, en primera persona, cada minuto de su estadía en Casablanca, el lugar de la muerte y la tortura, el lugar de los últimos recuerdos, el lugar de la desesperación. “La tortura activa la memoria. Te obliga a recordar. Mis palabras no eran mis palabras. Mi memoria había roto todo vínculo con mi voluntad. Lo que llegaba a mi mente era un flujo de imágenes caóticas, fragmentos, olvidos, que habían permanecido agazapados en algún lugar…”.

La novela toma especial fuerza y tensión con la voz y la presencia de Víctor Otiniano Llauri, el torturador, personaje intenso, el verdugo… “Me pusieron a bailar con la más fea. Ahora me toca sacarle la mierda a este abogado. Es peso pesado. Si alguien se entera que estuvo por aquí me cargarán el muerto…”, refiere.

La muerte no detiene la vida. Los personajes de El invitado prosiguen la suya, la alimentan de los recuerdos hasta que llega el olvido. Tal como sucede en la literatura.

La novela de Carlos Arcos es una novela cinematográfica. Una novela de imágenes que se suceden una tras otra y en la que sus personajes se trasladan del presente al pasado reconstruyéndose, dibujándose, mostrándose de cuerpo entero, con sus fortalezas y debilidades. Cada uno tiene algo que decir. Cada uno de ellos es personaje central. Una novela con tensión propia que no permite un lector indiferente.

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Carlos Arcos Cabrera (Quito, 1951) se considera un escritor tardío. Su primera novela, Un asunto de familia, se publicó en 1997. En el 2003 escribió Vientos de agosto.  El invitado es su tercera novela.

“Hago votos porque la obra de los escritores tardíos ecuatorianos signifique una renovación de nuestra narrativa. Tal vez los escritores tardíos tengamos una ventaja: la de asumir sin más, como el único reto, lo que Javier Ponce llamó el silencioso combate con el lenguaje. Por tardíos creo que renunciamos a toda esperanza que no sea la de escribir por el solo hecho de hacerlo, de explorar las infinitas formas del lenguaje, por hilvanar los inacabables derroteros de las historias en las que nos perdemos y nos encontramos. No tenemos otro destino que cultivar la más alta fidelidad al arte de escribir”, dice.

Ya en Vientos de agosto, Arcos se planteó una ruptura en la estructura de la novela. Con El invitado, publicada por editorial El Conejo, esa propuesta se consolida.

LO QUE DICE

CARLOS ARCOS
“Tal vez los escritores tardíos tengamos una ventaja: la de asumir sin más, como el único reto, lo que Javier Ponce llamó el silencioso combate con el lenguaje”.