En las semifinales apareció un gordito, con cara de susto, poquísimas palabras, dientes torcidos... Toda la antítesis de la estrella pop tipo Shakira o Justin Timberlake que suele predominar en estos concursos, como ‘American Idol’. El nombre del desaliñado  concursante es Paul Potts. Los jueces incrédulos preguntan: “¿Qué nos vas a cantar?”. Paul responde: “Yo canto ópera”. Los jueces entrecruzan miradas de escepticismo. Hasta que suena la pista de  Nessun Dorma,  el bellísimo  Nadie duerma  de la ópera Turandot de Puccini. En el rostro de Paul cruza  la tragedia de su vida (despreciado intérprete que pagaba por cantar en sitios de mala muerte hasta que lo dejó) y de su boca sale una voz excepcional que desde los primeros segundos estremece.

Pero es más que la voz, Paul transmite algo que es la esencia del arte verdadero: la capacidad de conmover. El público reacciona entusiasmado y las lágrimas ruedan por las mejillas. Los jueces están conmovidos. Es un instante irrepetible que (y aquí viene la última parte de la cadena) se puede disfrutar gracias a YouTube en www.youtube.com Simplemente maravilloso.