En las semifinales apareció un gordito, con cara de susto, poquísimas palabras, dientes torcidos... Toda la antítesis de la estrella pop tipo Shakira o Justin Timberlake que suele predominar en estos concursos, como ‘American Idol’. El nombre del desaliñado concursante es Paul Potts. Los jueces incrédulos preguntan: “¿Qué nos vas a cantar?”. Paul responde: “Yo canto ópera”. Los jueces entrecruzan miradas de escepticismo. Hasta que suena la pista de Nessun Dorma, el bellísimo Nadie duerma de la ópera Turandot de Puccini. En el rostro de Paul cruza la tragedia de su vida (despreciado intérprete que pagaba por cantar en sitios de mala muerte hasta que lo dejó) y de su boca sale una voz excepcional que desde los primeros segundos estremece.