Hay preocupación por los trastornos que puedan causar los avistamientos.

Los países mediterráneos quieren poner orden en los safaris acuáticos para que los miles de turistas que llegan cada verano a sus costas con la intención de contemplar el ballet de delfines y ballenas no estresen a los cetáceos.

Los primos de Flipper nunca han suscitado tamaño entusiasmo. Casi inexistente en el Mediterráneo hace quince años, la oferta de “safaris de cetáceos” se ha disparado en las últimas temporadas estivales, duplicándose cada año en España e Italia entre 1994 y 1998.

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En Francia, Grecia, Croacia y Túnez proliferan las excursiones de un día o media jornada para observar  las ballenas.

Pero, en tierra, las organizaciones de defensa del ambiente están preocupadas por los  trastornos que podrían causar en el ecosistema marino.

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Los veinte países de Europa y del Magreb reagrupados desde 1996 en el Acuerdo sobre la Conservación de los Cetáceos del mar Negro, del Mediterráneo y de la zona atlántica adyacente (Accobams) se muestran partidarios de crear un sello que permitiría distinguir a los organizadores de visitas respetuosas a los aproximadamente 3.500 rorcuales, cientos de cachalotes y miles de delfines que pueblan el Mediterráneo.

“La obtención del sello estaría condicionada a la asistencia a una semana de formación sobre los cetáceos y a la aplicación de un código de buena conducta en el mar. Nadar en la mar con los delfines, como proponen algunos operadores, no estará aceptado”, explica Marie-Christine Grillo-Van Klaveren, secretaria ejecutiva de Accobams, radicada en Mónaco.

Algunos excursionistas son escépticos. Jean-Nicolas Bondaletoff, un observador de ballenas, con sede en Niza, en el sur de Francia, se pregunta si ese sello tendrá suficiente visibilidad y qué pasará con los muchos aficionados que se saltan las normas cuando se cruzan con un delfín.

En un estudio sobre este fenómeno realizado en el 2005 para el Ministerio de Ecología francés se ponía el acento en el peligro que representa el excesivo acercamiento de los barcos a los cetáceos y recomendaba establecer una distancia mínima de 50 metros para delfines y de 100 m para las ballenas.

Realizar círculos a gran velocidad para intentar que los delfines hagan saltos o cortarles el paso con las embarcaciones constituyen prácticas corrientes que pueden perturbar la cotidianidad de los cetáceos, alterar su alimentación y su sueño, modificar sus rutas de migración e incluso deteriorar sus capacidades auditivas o pulmonares.

“Sería necesario que los organizadores de salidas estuvieran atentos a las señales de estrés de los animales, pero la mayoría de ellos no están formados para detectarlas”, asevera el científico Pascal Mayol.

Una ignorancia que a veces conduce a defender razonamientos sorprendentes. “Hemos oído a algunos monitores afirmar que los delfines eran peces”, exclama Mayol.

Detalles

Tamaño
La ballena  es el mayor de todos los animales conocidos hoy en día. Puede medir entre 25 y 30 m de longitud, y pesar de 150 a 200 toneladas.

Temperatura
Su corazón es del tamaño y peso de un pequeño coche utilitario y su cuerpo está recubierto de una espesa capa de grasa que le permite mantener su temperatura corporal entre los 36 y 37 grados, incluso en aguas muy frías.

Velocidad
Su cuerpo acaba en una gran aleta horizontal, dotada de una potente musculatura, lo que le permite alcanzar, en algunas especies, velocidades de 40 a 50 kilómetros por hora.