Algunas medidas de seguridad han evocado en algunos alemanes los recuerdos del Muro de Berlín.

“No estoy seguro de que esto sea necesario”, dijo Ralf Klonschinski, quien vive cerca de la ciudad oriental alemana de Dresde, mientras miraba las cámaras de seguridad y las lámparas emplazadas sobre el muro de dos metros y medio de altura.

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“Esto no es bueno, tomando en cuenta la historia de Alemania. Tuvimos algo así en Alemania Oriental, y ahora está aquí de nuevo”, agregó.

Las autoridades alemanas ya han enfrentado críticas por tomar muestras aromáticas de un puñado de opositores al G-8, durante una investigación anterior a la cumbre. Esa técnica fue usada por la temida policía secreta de Alemania Oriental para rastrear a los disidentes con sabuesos.

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También surgieron críticas a la policía por interceptar y abrir el correo de un sospechoso.

La cerca de doce kilómetros de longitud, afianzada por grandes bloques de concreto en cada poste que la sostiene, está reforzada con vigas de hierro clavadas al piso, para impedir que la gente pase debajo.

Los manifestantes no podrán acercarse siquiera para ver la cerca. La semana pasada, un tribunal ratificó una medida que prohíbe a los manifestantes aproximarse a menos de seis kilómetros de la valla.