Experimento. La piel herida puede regenerar los folículos capilares.
La pérdida del cabello, que traumatiza a millones de personas en el mundo, podría dejar de ser irreversible y curarse gracias a un estudio sobre los ratones que señala por primera vez una solución basada en la genética.
En experimentos con ratones, científicos de la Universidad de Pennsylvania descubrieron que la piel de animales heridos puede regenerar rápidamente los folículos de los cuales crece cada pelo.
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El grupo de expertos también identificó un gen fundamental para el desarrollo normal del pelo, y pudieron estimular o detener el crecimiento del pelo fomentando o inhibiendo la actividad de las proteínas a un nivel molecular, permitiendo terapias suaves.
La cabeza del ser humano posee unos 100.000 de estos diminutos órganos generadores de cabello, y hasta ahora se creía que una vez que dejaban de funcionar, el cuero cabelludo de los mamíferos estaba condenado a una gradual exposición.
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Este estudio, publicado por la revista británica Nature, también es asombroso porque reproduce resultados observados hace 50 años en conejos, ratones y seres humanos que fueron desechados en la época e ignorados desde entonces.
El dermatólogo George Cotsarelis, el principal autor de esta investigación, también fundó una compañía, llamada Follica, que posee una tecnología registrada para desarrollar tratamientos destinados a la restauración del cabello.
La calvicie es una grave preocupación para millones de personas en el planeta. En Estados Unidos los adultos que sufren de este problema llegan a gastar 1.000 millones de dólares anuales en remedios que en general son ineficaces, según la Administración Federal de Medicamentos.
En los experimentos con ratones, los científicos descubrieron que sacar un trozo de epidermis de 1,0 a 2,5 centímetros de diámetro “despertaba grupos celulares” con la capacidad de generar nuevos folículos pilosos.
Una vez que la curación estaba terminada, la piel recuperaba su forma normal.
“Los nuevos folículos crecieron, pasaron a través del ciclo del pelo, y más tarde fue imposible distinguirlos de los pelos vecinos”, explicó Cheng-Ming Chuong, un patólogo de la Universidad de California del Sur, en un comentario que también publicó Nature.