¿ Quién es J. Stubkjaer? Conozco a los cuatro vecinos que viven en mi edificio y ninguno lleva ese nombre. El correo reposaba en la entrada, esperando que este individuo de nombre escandinavo recogiera sus cartas.La siguiente mañana el pilo de correspondencia seguía engordando, me detuve a leer el sobre y ¡oh sorpresa! tenía escrita mi dirección y el remitente eran diseñadores de moda que presentaban sus colecciones esa semana en el London Fashion Week.Tenía mi acreditación lista para el evento. Pensé que se habían equivocado de nombre y que las cartas me pertenecían. Los coloridos sobres en fina cartulina eran invitaciones de los exclusivos desfiles, de esos que hay que pedirlos con meses de anticipación, que solo incluyen en la lista a las editoras de moda de Vogue, Harpers y sentí que tenía un tesoro en las manos.A medida que los abría descubría más sorpresas: fiestas VIP en el West London, chofer a la puerta para que me transportara durante la semana, más invitaciones y descuentos de Liberty y me dije, -no puede ser posible-. Entonces descubrí que el señor Stubkajer era el editor de una revista danesa y que era un error en la base de datos de los organizadores del evento.Así empezó mi semana con el London Fashion Week. Con una ligera llovizna que se convirtió en aguacero y empapó a los fashionistas londinenses y extranjeros. En South Kensington, en el Museo de Historia Natural los esqueletos de los dinosaurios se exhiben en el interior. Paradójicamente en sus jardines, dos veces al año, se instala la carpa principal de la semana de la moda londinense y el selecto grupo de diseñadores ingleses hacen malabares por conseguir 15 minutos de fama dentro de ella.Ya reconocía ciertas caras en la primera fila. El pueril look de Susy Menkes, la editora de moda de Internacional Herald Tribune, uno de los gurús de la moda europea que dona los regalos de los diseñadores al hospital americano de Paris y les recuerda que “las mujeres únicamente deben aceptar chocolates y flores”, estaba allí. A los costados del salón observo a los estresados relacionistas públicos con un tabloncillo de asientos, casi Nazi, organizando quiénes deben sentarse en las sillas. Lo más importante para ellos es mantener al cliente satisfecho. Si algún personaje invitado está atrasado harán demorar el desfile y es imposible que digan “No importa que Anna Wintour esté atascada en el tráfico, debemos empezar a tiempo”.Esa noche debutó el diseñador Giles Deacon, el chico prodigio de la moda británica, (que nos disculpe McQueen). Según Menkes su colección fue excepcional por sus exagerados boleros y gigantescos suéteres tejidos en lana. Giles focalizó la cabeza con plumas o los zapatos adornados con plumas.Una colección más usable y vendible que la de diseñadores como Gareth Pugh, provocador, oscuro y fetichista. Las colecciones de pasarelas no siempre se mueven con fines comerciales o de ventas. Son conceptos, declaraciones personales de diseñadores que lanzan sus propuestas sin saber con certeza si los llevará al éxito.Yo los admiro por intentarlo. Pero no todos opinan lo mismo. Las compradoras de las principales tiendas londinenses se eximen de seleccionar ropa de diseñadores demasiado avant-garde, a menos que sean usables y luzcan verdaderamente lujosas. Para ellas es importante que la prenda luzca bien en vitrina, contratan especialistas en decorarlas y la verdad es que caminar por New Bond Street o Sloane Street y admirarlas es un espectáculo. Pero ellas prefieren irse por lo seguro y optar por nombre como Eley Kishimoto, Basso and Brooke y de Noir.“Voy a Londres por sus ideas, no por su ropa” Los pre-drinks antes de los desfiles son lo habitual. -Champán por favor-, le digo al mesero. Ese día Paul Smith presentó una colección fascinante: una mezcla entre trajes masculinos y lady look en colores ochenteros, fucsias, verdes combinados con negro y color piel. Los años treinta volvieron con vestidos en terciopelos a la rodilla, corte en la cintura, lazos en el cuello, camisas, pantalones basta pitillo, zapatos Mary Janes y tipo gamín y lo más sorprendente: los sencillos cardigans (suéteres) como pieza estrella de su colección. “Sería irónico que la prenda clave del próximo invierno que emerja de la semana de la moda de Londres sea el cardigan; esta que siendo una ciudad que discute sobre la política, la anarquía, lleve a las pasarelas a una prenda tan normal”, dijo Lisa Amstrong, editora de moda del diario The Times de Londres.Mucho se ha criticado la gloria y la desmesurada creatividad de los diseñadores británicos que no logran vender sus trajes. Sin embargo, Londres está cambiando y los diseñadores están haciendo esfuerzos para combinar ambos elementos: la creatividad y lo comercial. Tal vez esa sea la estrategia de Paul Smith, diseñador inglés al que la Reina le dio el título de Sir por poner en el mapa mundial la moda inglesa.<br />Londres es conocida por su peculiar y anárquico estilo. Y eso es evidente en el London Fashion Week. Anna Wintour declaró que “voy a Londres por sus ideas, no por su ropa”. Y hasta el dueño de la revista americana Vanity Fair expresó que “Londres produce las tres cuartas partes de las tendencias de moda para el resto del mundo”. No pensarían lo mismo los franceses o italianos, lo cierto es que Paul Smith, John Galliano, Alexander MacQueen, Hussein Chalayan empezaron en el London Fashion Week. Y ahora, por primera vez, el diseñador americano Marc Jacobs exhibió en Londres.El show fue una combinación entre el estilo neoyorquino y las calles londinenses. Su musa, la directora de cine Sofía Coppola, estuvo apoyándolo en la primera fila. Una buena movida para promover su colección es vestir a personajes sofisticados e intelectuales. “Si lo lleva Sofía Coppola, lo llevo yo”, dirán sus clientes que compran en su flamante tienda inaugurada en Londres. ¿Son en vano estas jugadas? No lo creo. Ninguno de estos diseñadores dan puntada sin hilo.