El filme.  Una comedia ‘seria’ con un profundo trasfondo político de la actualidad.

El idealismo de la juventud actual está venido a menos en los tiempos de McDonalds, MTV e internet. Como que los cincuentones miramos con un dejo de nostalgia –palabra que detesto y que debería ser expurgada del idioma, ya verán por qué– los románticos y utópicos avatares de esa generación de los años sesenta que impuso el eslogan de amor y paz frente a la guerra de Vietnam en Estados Unidos y que salieron a  las calles en mayo del 68, en París.

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Por eso recibamos con alegría a  Los edukadores,  la muy aterrizada visión del director alemán Hans Weingartner, que pude ver previamente en el MAAC Cine y que ahora que se estrena en Cinemark de Mall del Sur, tengo que hacer un mea culpa por no haber escrito esto hace algunos días. La película es un éxito de crítica y de público: en Guayaquil es la primera vez que escucho una cálida y espontánea ovación del público asistente en el MAAC, al finalizar la exhibición.

Sus jóvenes protagonistas deambulan  en las grandes urbes y eso conlleva ciertas responsabilidades para los tres. Julie (Julia Jentsch) reparte hojas volantes en las calles denunciando que una popular tienda de zapatos depende de la mano de obra de niños del tercer mundo que solo reciben las limosnas de los sobrevalorados precios de cada producto.

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Jan (Daniel Bruhl) y su compañero Peter (Stipe Erceg) tienen una estrategia más contundente y original: ellos son “los edukadores”, organizados militantes de actos pacíficamente subversivos. Entran en las casas de gente adinerada para poner todo patas arriba sin incendiar ni robar nada. El  shock  de esa familia en la escena inicial es único: los muebles de la sala están uno sobre otro como en una torre de babel, una estatua está ahorcada, colgada del techo. El sofisticado equipo de sonido reposa en la congeladora. Un solo mensaje está pegado en la pared: “Terminaron sus días de abundancia”.

En un estilo libre y desinhibido, muy parecido al de los grandes maestros de esa icónica nueva ola del cine francés de los sesenta –nunca olvidemos  Sin aliento  y  Jules y Jim– estos edukadores arman el plan maestro: el secuestro del señor  Hardenberg (Burghart Klaussner), exitoso ejecutivo con mansión en elegantes suburbios.

Julie es la musa de los dos jóvenes, especialmente porque su causa es vengarse de Hardenberg, a quien le despedazó su Mercedes de 100.000 euros y está  obligada a enfrentar la deuda, que “quizás termine de pagar en la tercera edad”. Se encaminan a una casa abandonada en un bosque alemán donde la existencia parece idílica, especialmente porque el secuestrado se revela también como un revolucionario de antaño y el trío de jóvenes comienza a tener problemas por la relación sentimental de Julie y Jan.

Las ironías en la convivencia de este grupo se desbordan minuto a minuto, porque aquí todo es ambiguo y los valores de hoy de repente se conectan con lo que la víctima del secuestro trae a las vidas de los protagonistas. Wingartner nunca nos revierte a los tiempos pasados, a pesar de los cigarrillos de marihuana que comparten.  Los edukadores  es radical en su antinostalgia de las utopías revolucionarias de otros tiempos. El gran mal actual es todo lo que pueda desconectar a los seres humanos de su propia naturaleza, por eso los edukadores planifican el sabotaje de poderosos transmisores de televisión  “que apagarán los televisores de toda Europa”. Así, el secuestrado es como una figura paternal en esta original familia, donde el romance a trío es parte de una revolución sin violencia.

DIRECTOR -  Hans Weingartner
ORIGEN - Alemania, Austria
INTÉRPRETES -Daniel Bruhl, Julia Jentsch, Stipe Erceg, Burghart Klaußner