Un cazador entrenado en Nueva Zelanda dispara desde un helicóptero; además se hacen operativos por tierra con cazadores locales armados, y han logrado eliminar el 98% de cabras en la isla Floreana. El justificativo expresado por “técnicos” es restaurar el ecosistema gravemente afectado por la alta población de cabras salvajes y burros cimarrones en el archipiélago. El alto grado de desarrollo tecnológico que tiene el PNG debería servir para investigar el comportamiento de la vida silvestre en las islas, y buscar mecanismos apropiados para su control y manejo; pero por ningún motivo para masacrar mediante prácticas deshumanizadas. Existen muchas alternativas, unas viables, y otras, aunque deshumanizadas, se usan en áreas protegidas como las Galápagos, donde manejan las especies y, en ciertas épocas del año, para controlar su población, autorizan la caza. Pero a esos lugares acude gente que se divierte matando animales y llevan sus cabezas como trofeos. Para ejercer la caza se deben cancelar altas sumas de dinero, con las cuales estos parques cubren en gran medida sus gastos de operación, por lo que justifican los permisos de caza. En este caso, el PNG no ha cobrado por la masacre, sino que ha pagado a los masacradores.
Para evitar las matanzas se planteó hace años el proyecto Repoblación de Cabras en la península de Santa Elena, para la recepción y adaptación de cabras procedentes de Galápagos, a su nuevo hábitat; o el faenamiento, considerando que Galápagos es libre de aftosa y se podría exportar esa carne y lograr ingresos para sus habitantes. Las propuestas no fueron apoyadas en su momento por el PNG, aduciendo que no puede permitirse la salida de animales de áreas protegidas; pero llegan a Guayaquil barcos de Galápagos con cantidades de cabras y los permisos para su faenamiento y comercialización. Que los tecnócratas entiendan que sin humanismo no existe el hombre, y se frene a quienes señalan que el “éxito” obtenido en Floreana permitirá próximamente aplicar la misma técnica en otras islas.
Franklin Alarcón Elizalde,
veterinario, Guayaquil