En relación con la carta “Es guacharaca, no pacharaca”, del ilustre cronista vitalicio de Guayaquil Dr. Rodolfo Pérez Pimentel, en la que sugiere que se amplíe la información sobre esta ave del campo costeño anoto que, efectivamente, el verdadero nombre común de esta especie en peligro de extinción es “guacharaca”, y así es conocida en Manabí, Esmeraldas y en Colombia, Venezuela y algunos países de Centroamérica.

En el cantón Naranjal de la provincia del Guayas, y en otros, se la conoce vulgarmente como “pacharaca”. Es un ave nativa de los bosques tropicales de América del Sur y pertenece a la familia cracidae, a la que también pertenecen las “pavas de monte” y los “paujiles”; su nombre científico es Ortalis superciliaris. Antiguamente era muy común verla en las huertas de cacao y parecía que el canto de la hembra decía: “a trabajar a trabajar”, y el macho le respondía desde su nido: “para qué, para qué, si no sé trabajar”; juntos cantaban en coro y vivían en las copas de los árboles, pero las domesticadas vivían muy tranquilas en los patios de las casas de haciendas, donde cumplían el papel de guardianes por el escándalo que armaban cuando en la noche detectaban al ladrón o al joven enamorado.

Es digna de aplauso y admiración la encomiable labor que en Naranjal realiza con el propósito de reproducir esta especie la Fundación de Rescate Jambelí, dirigida por el Econ. Joaquín Orrantia V., y los hermanos Rodríguez Cucalón en su hacienda Cerro de Hayas. La palabra “guacharaca” sirve, además, para definir al instrumento musical más original y folclórico del vallenato colombiano, que consiste en un tubo de caña de 30 centímetros de largo, con una sección dentada o ranurada a la que se raspa con un trinche de madera.

Publicidad

Sergio Cedeño Amador,
Guayaquil