La historia comienza a fines de los años 1920, con el declive del boom del cacao y la escasa producción de banano gross michel, de muy mala calidad, que a veces era rechazado en los puertos estadounidenses.Con el ingreso de la United Fruit, hacia 1930, se enseñó a manejar mejor los cultivos. Y en la misma línea fue el trabajo de la Standard Fruit, que luego se convirtió en Dole.“Muchos bananeros me aseguran que 'sin la United Fruit nunca lo hubiéramos logrado' y eso es muy distinto de lo que se pensaba de las transnacionales”, cuenta Roberts.Con las multinacionales también vinieron compañías y empresarios extranjeros, básicamente de Suecia y Alemania, ellos sí a radicarse y a dar impulso a un negocio en el que también intervino el Estado.Una de las primeras cosas que se hizo desde el Estado, en la década del treinta, cuando los bananeros eran jóvenes todavía, fue la aprobación de una ley que limitó la cantidad de banano que las firmas extranjeras podían exportar y eso fue un hito que ha conducido al negocio hasta el presente, destaca la autora, al resaltar que incluso se le puso límite a la cantidad de tierra que podían comprar.“En la época en que Lucho Noboa tenía 20 años, el Estado ya los estaba ayudando. Galo Plaza era presidente de la República (1948-52) y él hizo construir una serie de carreteras que fueron muy importantes para que miles de pequeños productores pudieran existir. Eso es único en este país”, agrega.El libro también revela cómo llegó al país la variedad cavendish, desarrollada por las multinacionales por ser mucho más resistente a las enfermedades. Un hacendado hondureño, que no tenía buenas relaciones con la United Fruit, le ofreció varias cepas de esta variedad a un ministro ecuatoriano, quien inmediatamente decidió traerlas en avión para plantarlas en Ecuador.Los ecuatorianos se beneficiaron también de toda la publicidad que hacían las multinacionales en los mercados del norte sobre las bondades de esta musácea oriunda de los valles del Himalaya (Asia Meridional), que llegó a América en el siglo XVII.“Ellos eran los que anunciaban en escuelas, restaurantes, revistas femeninas... toda esa publicidad ayudó a promover el consumo de la fruta, allá por los años 1940”, relieva Roberts al insistir en que hasta ahora las multinacionales tienen más recursos que los empresarios nacionales. “No veo a Lucho Noboa haciendo una gran campaña mundial para el consumo de banano”.Y como a Roberts, que llegó al país en 1949, entonces esposa de Harry Crawford, piloto de Juan X. Marcos, le gusta contar historias, incluyó cuatro pequeñas biografías de los grandes empresarios de esta rama: los ecuatorianos Luis Noboa Naranjo, Segundo Wong y Esteban Quirola; así como del sueco Folke Anderson. Historias que no solo se refieren a su éxito empresarial, sino también a sus rivalidades. Como cuando Wong le ganó por puesta de mano a Noboa la compra de Fertisa, la empresa de fertilizantes estatal que fue privatizada. O de cómo Quirola y Wong también incursionaron en el negocio transnacional debido al trueque con los países del bloque oriental europeo.Indudablemente, Luis Noboa fue la estrella de estos cuatro, pues fue el único que logró adquirir su propia flota naviera y pudo diversificarse internacionalmente. Algo que seguramente no se imaginaba cuando siendo muy joven todavía, según se narra en el libro, se ganó la confianza de su mentor, Juan X. Marcos, quien debía llenar un barco con arroz para exportación, pero no había suficiente producción local para hacerlo.Noboa, ni corto ni perezoso, se ofreció a traer arroz de Colombia, lo que en esa época estaba prohibido, y lo cumplió. Trajo el arroz justo a tiempo para que el barco pueda zarpar y Marcos no perdió ni un solo centavo.Gran mercado mundial
¿Por qué el banano no se ha convertido en una verdadera industria? Para Roberts, la razón es que el mercado es muy pobre. “Tomemos las más grandes, Standard y United, ellas han intentado chips, harina y otras cosas pero nunca han sido exitosas, entonces, ¿por qué esperar que los ecuatorianos lo hagan si los otros, con todos los recursos que tienen no lo han podido hacer?”.Si bien no es un buen mercado, al mismo tiempo es maravilloso, dice la autora “porque mundialmente es el más grande, y sigue creciendo, antes eran las manzanas hoy son los bananos. Ahora último leía que es bueno para el Alzheimer y hasta la cadena Starbucks tiene una variedad café banano”.El hecho de que los grandes empresarios bananeros tengan empresas en Bahamas no le preocupa a Roberts: “El banano no se transa en el Caribe, son solo cuestiones monetarias. Todos tratan de conseguir el mejor negocio de impuestos que pueden dentro de la ley, muchas firmas estadounidenses hacen lo mismo”.Y añade “no creo que sea justo hacerlos aparecer como malos empresarios, pues ejecutan lo que cualquiera que está en negocios internacionales. Están jugando en un negocio global en el que compiten con actores mundiales y si juegan diferente perderían”.Profesora universitaria retirada, el año y medio que vivió en Ecuador, cuando tenía casi 30 años, la marcó en su relación con Latinoamérica. Al regresar a EE.UU., divorciada de Harry Crawford, se le ocurrió enseñar historia para decirle a la gente que había una situación de pobreza que tenía que cambiar. “Era muy 'naive' en esa época, creo que nunca logré que alguien cambiara de opinión, pero en todo caso enseñé historia el resto de mi vida”.Ahora ya en la revisión de los últimos detalles de su libro, Roberts asegura que después de su publicación regresará a su vida de jubilada, a jugar tenis y nadar... quizás hasta encontrar otro tema que le despierte esa fuerza interior que la impulse incansablemente a contar otra nueva historia.","isAccessibleForFree":true}
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Lois Roberts, ‘Ecuador no es una banana republic’
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