Hoy en el quinto piso de la Casa de la Cultura, a las 19:30, se proyecta un video de Diana Krall, la cantante-pianista canadiense que es, sin  duda, la mejor voz de jazz de este incipiente siglo XXI. Esta muestra está tomada de su participación en el festival de jazz de Montreal.

Krall se traslada al Berklee Collage of Music con una beca a principios de los años 80 y viaja posteriormente a Los Ángeles donde fija provisionalmente su residencia durante 3 años antes de volver a Toronto. En 1990 se asienta en Nueva York donde toca con un trío a la vez que canta.

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Se consolida cuando en 1997 graba Love Scenes un extraordinario registro jazzístico. A pesar de un breve desliz hacia el comercialismo graba el extraordinario: Cuando miro a tus ojos, un álbum con el que se presenta al festival de jazz de San Sebastián, y que tiene la virtud de romper las barreras minoritarias del jazz para llegar al gran público, convertirse en un súper ventas de éxito y todo ello sin renunciar al canto jazzístico. Con este disco Diana Krall ganó en 1999 un premio Grammy al mejor disco de jazz.

En el video la vemos actuando en el Festival de Jazz de Montreal, una vitrina artísticamente seria, alejada del comercialismo que a veces aflige al panorama jazzístico. Vestida en forma casual, Krall se presenta acompañada de un trío con guitarrista, baterista y contrabajo, todos de excelsa calidad y por supuesto, ella haciendo teclados y voz.

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Más allá de su fama inicia su intervención en forma exclusivamente instrumental permitiendo el lucimiento estupendo de sus acompañantes, que brillan con luz propia, manteniendo los teclados con un toque minimalista para un jazz clásico pero ejecutado con toda la dinámica de la modernidad, esto es, con un muy leve tinte de abstracción. Esto se llama seriedad artística.

En esta actuación,  Krall confirma sus grandes dotes de jazz singer (cantante de jazz) y de blues Singer (cantante de blues) en la mejor tradición de Billie Holliday y Ella Fitzgerald, respectivamente.

En tres canciones de su autoría, Krall resalta que su jazz está siempre anclado en el blues que le confiere drama, calidez y mucha sensualidad a su música.