El sacerdote repitió esas palabras el pasado domingo ante centenares de feligreses que abarrotaron la iglesia, ubicada en el madrileño barrio de Lavapiés, para dar la bienvenida a la nueva imagen de la Virgen de El Cisne.
Regúlez dispuso que el arribo de La Churona, como también la conocen sus devotos, sea con discreción. Quince días han pasado desde que esta ocupara el espacio que dejó la réplica que en el 2005 llegó a Madrid, en manos de Carmen Ballagán, presidenta de la Asociación Virgen de El Cisne.
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En agosto, la organización dispuso colocarla en una hornacina y propuso al sacerdote repartirse el dinero de las limosnas, lo que Regúlez rechazó y encargó una nueva imagen que se esculpió en Ibarra.
A mediados de octubre, en una escala en Madrid camino al Vaticano, el obispo de Loja, monseñor Hugolino Cerasuolo, visitó la parroquia y recomendó a los sacerdotes recoger la imagen los días en los que se produce el retorno de la Virgen a su santuario.
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Hasta ahí se desplazaron a finales del mes anterior, Juan José Arboli y Faustino Horcajo, un feligrés español habitual de la parroquia.
Regúlez quiso que la liturgia en su honor no se convirtiera solo en un homenaje por su llegada, sino también en una ceremonia de confraternidad para evitar “celos”, dice, de fieles de toda la vida. Por eso en las ofrendas no faltaron velas y flores, tampoco las banderas de Ecuador y España.
La anterior imagen permanece en la casa de Ballagán. Cuando el sacerdote resolvió no dejarla entrar con la urna, porque es muy grande, ella la llevó al bar San Valentín.
Según Hernán López, esposo de Ballagán, cada fin de semana llevan a la imagen a una iglesia y le celebran una misa.