¿Podrán nuestros corazones desear otra cuestión que el que se repitan por amor aquellas palabras “Salve Rey”, pero no solo de los judíos, sino de todas las naciones de la tierra conquistadas con tus sufrimientos y tu muerte? Que el grito “¡Vamos a coronarle por Reyl!, resuene por amor en toda la tierra, ¡oh Dios mío! Amén.