Campesinos y agricultores ofrecen turismo de aventura e invierten en el negocio.

Agrestes paisajes se dibujan a lo largo del cordón montañoso andino en cuyas laderas varias poblaciones decidieron asentarse antes de la colonia española, por la belleza natural;  algunas como la parroquia Jima permanecen como testigos de esos asentamientos.

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Ubicada a 90 minutos de Cuenca, en la parte más alejada de Sígsig, Jima se parroquializó hace 186 años y desde entonces su población busca diversas formas de producción para sobrevivir.

El cultivo de frutas como la manzana, pera, reina claudia y sagsuma constituye hasta la actualidad su principal fuente de ingresos, pero el fomento del turismo vivencial y de aventura es una alternativa que impulsan 16 familias del lugar.

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Caminatas y cabalgatas por los cerros que rodean a Jima y que no sobrepasan los 3.800 metros de altura como el Shullo, Guinara, Amashala, rodeados de cataratas y algunos aun con chaparro o bosque primario, son la principal oferta.

También hay otros como el Zhimazhuma o el Bulashun, en cuya cima permanecen capillas construidas con adobe y teja hace más de 100 años y junto a ellas vestigios de ruinas cañaris, como tambos, que eran pequeñas explanadas en donde los chasquis (mensajeros) descansaban.

Con el apoyo de jóvenes europeos, cooperantes del Cuerpo de Paz, estas familias decidieron hace tres años crear la Empresa Asociativa de Turismo Comunitario Jima y empezaron a capacitarse.

Gloria Argudo, integrante de la empresa, adecuó su casa de campo y hoy es el Hostal Chacapamba, en donde pueden albergarse hasta 30 personas.

La alimentación de los huéspedes está a cargo de varias familias que instalaron pequeños restaurantes alrededor del parque central.

Édison Zhunio y su familia se especializaron en la preparación de comida típica, los platos fuertes que ofrecen a los visitantes son el cuy asado con papas doradas, adornado con huevo duro, lechuga y tomate; también la trucha frita que se cultiva en piscinas de los asociados.

Jaime Malla es uno de los agricultores que instaló piscinas para criar truchas hace tres años y ahora cultiva cuatro mil de esos peses ofrece a los restaurantes locales, pero también propone la pesca deportiva.

A estas actividades se suman otras que los turistas pueden hacer con los moradores. Por ejemplo, en la finca de las hermanas Raquel, Bernarda y Gloria Argudo, los turistas pueden participar de la cosecha de frutales y preparación de dulces.

“Los turistas, especialmente extranjeros, gozan cuando las frutas empiezan a hervir en las pailas de cobre colocadas en el fogón de leña”, dijo Raquel, pero lamentó que las cosechas duren solo cuatro meses, entre febrero y mayo.