En el concierto que brindó el sábado en el ágora de la Casa de la Cultura de Quito, el cantautor español interpretó sus éxitos y los temas que incluyó en su último álbum Alivio de luto.
Para que retorne al Ecuador quizás tengan que pasar muchos años. Diez transcurrieron desde que estuvo en el festival Todas las Voces Todas, que se realizó en 1996, e interpretó contadas canciones.
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La noche del pasado sábado el cantautor español Joaquín Sabina brindó un concierto de dos horas con catorce minutos en el que interpretó 27 temas. Cada uno lleno de historia y significado para los 4.000 asistentes que repletaron el Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).
Resultó más que generosa la propuesta de no solo presentar su último trabajo, Alivio de luto, sino que además, y sobre todo, realizó un recorrido por su extensa discografía.
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Irónico, pasional, desmedido, así fue Sabina en su show. Mostró eso que lo ha llevado a ser leyenda. Podía, en su público, provocar la euforia y llevar al llanto cuando el Ágora coreaba Y sin embargo: “De sobra sabes que eres la primera, que no miento si juro que daría por ti la vida entera, por ti la vida entera. Y sin embargo, un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera”.
No solo hubo espacio para la música. Sus comentarios, que iban desde el humor hasta la poesía, recordaron a los migrantes ecuatorianos que se encuentran en España: “Díganles que de mi parte y el de mucha gente que son bienvenidos”.
Su teatralidad y la de sus músicos recordaban esos momentos en que dice: “perdía maravillosamente el tiempo en las cantinas”. También eran parte de la velada sus gestos acompañados de su característico sombrero, que –contó– lo tiene para poder sacárselo ante “cierta gente como ustedes”.
No dudó en rendirle un homenaje con Por el bulevar de los sueños rotos a Chavela Vargas, quien lo iba a acompañar en el concierto, pero un inconveniente se lo impidió.
Se fue del escenario por primera vez a las 22h31. Pero regresó con canciones como Llueve sobre mojado, “va para mi enemigo íntimo Fito Páez”, manifestó; Yo no quiero un amor civilizado, 19 días y 500 noches, Noches de bodas y finalmente Y nos dieron las diez.
Ese fue el adiós definitivo. La gente no pedía otra canción. Pero nadie se movía de sus asientos por más de 5 minutos. Resultó difícil creer que el espectáculo había terminado. Entendieron, entonces, que el show solo fue el comienzo de una serie de sensaciones, que llegarán poco a poco cada vez que se llame al recuerdo.