La calavera presuntamente del evangelista San Lucas será expuesta este miércoles, fiesta del santo, a la veneración de los fieles en la Catedral de San Vito de Praga, en el marco de una tradición que se remonta al emperador Carlos IV.
Carlos IV de Luxemburgo (1316-1378), emperador del Sacro Imperio y rey de Bohemia, visitó Padua en 1354, que formaba parte del entonces patriarcado de Aquilea, y donde se encontraba el esqueleto que la tradición atribuye al autor del tercer Evangelio.
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El rey hizo allí escala durante su viaje a Milán, a donde acudió para recibir la corona de Lombardía, y se trajo personalmente los restos de quien la leyenda describe como médico y pintor.
A pesar de que en el medievo no se otorga mucha autenticidad, porque "había reliquias de cualquier cosa", "a Carlos IV, como emperador, difícilmente podían cederle algo falsificado, por lo que hay una garantía mucho mayor", afirmó en declaraciones a Efe el decano del capítulo metropolitano de san Vito, Jan Matejka.
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El monarca, "un hombre profundamente creyente", decidió traerse la calavera de San Lucas "en un momento en que la devoción a las reliquias estaba muy extendida y añadía prestigio a la diócesis" de Praga, que aspiraba entonces a convertirse en archidiócesis, explica el decano.
Según un cronista de la tradición popular checa, los praguenses fueron hasta Beroun (a 25 kilómetros de Praga) con alegría para dar la bienvenida al emperador, que traía la reliquia.
Se conservan en la metrópoli checa los pergaminos con el decreto de donación y del protocolo de cómo exhumaron el cuerpo en la abadía benedictina de San Justino en Padua, ante la presencia del Carlos.
Tras morir en la antigua provincia romana de Bitinia, al noroeste de Asia Menor, los restos de San Lucas fueron enterrados en la ciudad griega de Tebas, y luego fueron trasladados a Constantinopla.
"Sobre el traslado del cuerpo de San Lucas de Constantinopla a Padua no se han conservado documentos de aquella época", precisa Matejka, y es una tradición del siglo XV la que atribuye ese desplazamiento de los restos al clérigo Urius, guardián de la Iglesia de Todos los Santos de la capital bizantina.
De esta manera, se habría evitado que ésta y otras reliquias, como la de San Matías, y un valioso icono de la Virgen María, sufrieran daños durante el período iconoclasta del siglo VIII, cuando se destruyeron imágenes y símbolos de la fe.
Tras recuperarse, a finales del siglo XII, en el cementerio de San Justino esos restos de personas coetáneas de Cristo, fueron declarados como pertenecientes a San Lucas en presencia del Papa Alejandro III (1159-1181).
Un congreso celebrado en el año 2000 en Padua, en el que participaron arqueólogos, numismáticos y naturalistas, ha investigado la base científica que permite atribuir a san Lucas estos restos, que "gozan de gran devoción" en esa provincia de la costa adriática, indicó Matejka.
A partir de esa fecha se ha acentuado en Praga la devoción al santo y la participación en la liturgia, que culmina en la bendición con la reliquia cada 18 de octubre con motivo de la fiesta del Evangelista.
Para la calavera se ha realizado un nuevo relicario "que costó más de 400.000 coronas" (14.000 euros), afirmó el eclesiástico.