De inmediato, los organizadores de la actividad invitaron a los asistentes a ponerse vendas en los ojos. La propuesta era que estén en igualdad de condiciones que los no videntes. La película, que era especialmente adaptada para ciegos, se proyectaba como parte de la II Bienal Nacional de Arte No Visual, que se clausuró ese día.
La mayoría aceptó el desafío. Videntes y no videntes frente a una historia. Ante una original forma de cine. Una voz en off narraba, describía de manera minuciosa lo que sucedía en la pantalla, ponía énfasis en una u otra frase. Parecía una radionovela, de esas que se hacían hace años. Pero la diferencia era que sobre la pantalla había imágenes y quien decidiera sacarse la venda podía seguir la película. Con los ojos abiertos, resultaba tan igual como cualquier otra.
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Hubo quienes parmanecieron con los ojos vendados durante toda la proyección, pero otros que, llevados por la curiosidad, se descubrían a ratos y otra vez volvían a ponerse la venda. Quizá para comprobar que las descripciones de la voz en off eran tan exactas como lo que se veía realmente, o si los rostros de los personajes eran similares a los que elaboraron en su imaginación, a partir de las narraciones que oían.
Kevin, estudiante del colegio Américo Vespucio, estuvo en la exhibición acompañado de su madre. Era la primera vez que asistía a una película narrada.
Al final dijo que le fue más posible seguirla. “Lo que más me gustó fue cuando Mariana y Tony estuvieron en la playa”, contó. Señaló que ojalá haya más películas como estas, “para que los no videntes podamos escucharlas”.
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Su madre, Alexandra Macías, dijo que esta vez no fue necesario que ella le explicara la película a su hijo, como hacía antes cuando iban al cine. porque él pudo seguirla perfectamente.