El área de las piscinas es la más concurrida del parque Viernes Santo, que tiene 16 hectáreas.
El cielo permaneció nublado la mayor parte de ayer, pero eso no fue obstáculo para que unos 500 niños, aproximadamente, den rienda a su alegría.
Así transcurrió el día en el recién inaugurado parque Viernes Santo, situado en la cooperativa del mismo nombre, atrás de la ciudadela Los Esteros, al sur de la ciudad.
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Si bien las cinco canchas de uso múltiple, la ciclovía, los cuatro kilómetros de camineras, permanecían con pocos concurrentes, la actividad recreativa se centró en el área de los juegos acuáticos.
Allí estuvo Rita Espinoza Rivas, quien permaneció sentada a un costado de las piscinas cuidando a su hija Candy, de 2 años de edad.
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Espinoza llegó desde la ciudadela Sauces IX, en el norte de la ciudad. “Este parque está bien bonito, no me importó venir de lejos porque vi en EL UNIVERSO la noticia de la inauguración de este lugar y me animé a traer a mi hija a que disfrute de los juegos”, manifestó la madre, mientras indicaba a su hija mayor, Rita, de 12 años, que juegue con su hermanita.
Los niños parecían tener energía para todo el día. Ni se acordaban de que era la hora de la comida (13h00). Ellos subían, bajaban, se daban trampolines y se deslizaban por los toboganes, resbaladeras, pasamanos y otras distracciones del área acuática.
A pocos metros estaban sus padres que no podían pasar a las piscinas, porque les estaba prohibido, pues es área exclusiva para menores, indicó el guardia José Bajaña.
El celador, sin zapatos y pantaloneta y camiseta, se encargó de recorrer los bordes de la piscina para hacer que esta disposición se cumpla. Como Bajaña otras cinco personas tuvieron similar tarea, al igual que otros ocho de la compañía Enseom.
Roberto Gudiño, supervisor de la fundación Guayaquil Siglo XXI, calculó que desde el sábado (día de la inauguración) hasta las 13h00 de ayer el parque lo visitaron unas 2.000 personas.
La atención empieza desde las 10h00 hasta las 17h00 de lunes a domingo.
En las afueras del parque estaban con mucha expectativa para hacer unos dólares unos diez comerciantes ambulantes que ofrecían frutas, helados y otras golosinas, a la espera de que los chicos se acuerden de que tienen hambre y sacien su apetito.