El Valle de El Chota, la tierra de cuatro de los 23 integrantes de la selección ecuatoriana de fútbol, que llegó a octavos de final en Alemania 2006, se convirtió en los últimos días en el sitio preferido de autoridades imbabureñas y del Gobierno central. Desde el alcalde de Ibarra, Pablo Jurado, hasta el ministro de Gobierno, Felipe Vega de la Cuadra, arribaron al sector para ofrecer las obras que en décadas no se hicieron.
Los habitantes esperan que no sean solo ofertas. En El Chota hay 38 comunidades negras que solo viven de la agricultura.
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Dirigentes del valle de El Chota y autoridades de Imbabura reconocen que la falta de unidad es una de las causas para la carencia de obras básicas en la zona donde nacieron cuatro futbolistas de la Selección que se destacó en el Mundial Alemania 2006.
Desde que la selección ecuatoriana de fútbol comenzó a triunfar en Alemania 2006, Pablo Jurado, alcalde de Ibarra, se convirtió en un representante activo de El Juncal, parroquia de su municipio, por donde se lo vio más veces la última semana que durante el año y medio que lleva de su mandato.
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El jueves 29 de junio llegó a las 06h30 para asistir como representante político y vocero de esta comunidad a la transmisión del programa de entrevistas de Ecuavisa, que se emitió desde el restaurante del cuñado de Édison Méndez, Barón Delgado.
La noche del martes también había estado en calidad de anfitrión para el recibimiento que el Municipio de Ibarra organizó para la Selección ecuatoriana de fútbol, dos de cuyos integrantes pertenecen a este caserío de 3.000 personas, ubicado a orillas de la carretera Panamericana norte, en los límites entre Imbabura y Carchi.
A la parroquia El Juncal le correspondieron este año $ 8.000 de los $ 14 millones del presupuesto del Municipio de Ibarra. Está a la vista que aquí no ha existido nunca un plan de desarrollo. “Desde hace tres años trabajamos con un presupuesto participativo que se les entrega a las juntas parroquiales y ellos deciden en qué lo gastan. Este año ellos han priorizado el alumbrado público”, explica Jurado.
Sí, en El Juncal tienen alumbrado público, la calle asfaltada, aquella que conduce al centro médico y a la escuela donde estudió el delantero Agustín Delgado. Pero las aguas servidas van al río donde se bañan los niños por las tardes. “¿Alcantarillado? ¡Huy!, ahí sí que no hemos hecho nada”, dice Álvaro Castillo, gerente de la Empresa Municipal de Agua Potable de Ibarra (Emapi).
La misma situación ocurre en Chalguayacu, comunidad que pertenece al cantón Pimampiro y que ahora existe en el mapa del país porque allí nació Geovanni La Sombra Espinoza.
Aquello sucede también en las 38 comunidades negras asentadas en el valle del río Chota, de donde salieron cuatro integrantes de la Tri, quienes se convirtieron en héroes en el Mundial de fútbol Alemania 2006. El Alcalde de Ibarra no tiene problema en decirlo: “Hoy consideré yo que era importante aprovechar el buen desempeño de la Selección para sacar recursos para El Juncal e invitar a la gente del Gobierno Nacional”.
Las ofertas del Gobierno también llegaron. Funcionarios del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) inspeccionaron el sitio donde se instalará –dijeron– una planta potabilizadora de agua, que tendrá un costo de 120.000 dólares financiados con fondos petroleros. Según Jurado, el Ministro del ramo se comprometió a gestionar planes por $ 500.000 para esta zona, hasta fin de año, repartidos así: $ 200.000 para agua potable y alcantarillado –que actualmente es el mismo río que pasa por 60 comunidades–, $ 100.000 para un plan de vivienda y $ 200.000 para arreglar la escuela donde estudió Delgado y la iglesia.
La empresa privada también se ha unido a esta euforia: Graiman ofreció, cuenta Jurado, 550 m² de baldosa (por un valor de $ 10.500) para reponer el ahuecado piso de cemento de la escuela Napoleón Dillon, en la que estudió Agustín Delgado, y la fábrica Tuced, del Azuay, ofreció la cubierta de zinc.
Pero el plan que más le entusiasma a Jurado es hacer el Museo del Futbolista, en equipo con el Ministerio de Turismo. Para este proyecto, en el que se expondrán –por ejemplo– los zapatos de los jugadores, se piensa utilizar una larga estructura de cemento y techo de zinc que se hizo para el mercado y nadie quiso utilizar.
“El tema es la falta de organización. A diferencia de los indios aquí es difícil hacer una minga, se habla todo el tiempo”, explica el Alcalde mientras se fuma el tercer cigarrillo en la tienda de Silvia Carcelén, cuñada de Édison Méndez.
“Aquí, la verdad es que no hay unión de ninguna manera”, confirma ella.
Álvaro de Jesús, oficial encargado de la Unidad de Policía Comunitaria (UPS), atribuye este carácter colérico a la presión. “El negro padece de la presión muy alta, la sangre dicen que es muy caliente y por un malentendido en vez de hablar se hieren. Aquí toca hacer de policía, ambulancia y hasta psicólogo”, afirma.
Tal vez esto tenga que ver con el hecho de que en El Juncal todos los líderes comunitarios sean mestizos. Es mestizo José Maldonado, presidente de la Junta Parroquial; es mestizo el director de la escuela Napoleón Dillon, quien convocó el jueves pasado a todos los padres de familia para encontrar una solución concertada a la pelea entre dos de ellos; es mestizo el presidente del Comité de Padres de Familia. Pero el 80% de la población es negra.
José Chalá, antropólogo de la población de El Chota que dirige el Centro de Investigaciones Familia Negra (Cifam), dice que la responsabilidad de esta situación “es de lado y lado”, y por el lado de su pueblo tiene que ver la crisis de identidad resultante de la esclavitud, la dependencia de “Papá Estado” y la “prostitución” más reciente, generada por las ONG.
Pero, con el fútbol han llegado unas ganas aparentes de trabajar en equipo, liderados por los familiares de los jugadores. Diana Delgado, la única hermana del Tin que se quedó en El Juncal y administra su fundación, dice: “Me he hecho el propósito de aportar a la comunidad.
Sobre todo quiero ayudar a la educación porque aquí hay talento”.
La fundación del Tin tiene una escuela de fútbol con ocho entrenadores, la mitad pagados por el Innfa, y un centro de salud que solo abre los viernes y no tienen medicinas.
Sin embargo, se oye constantemente la queja de algunas personas porque en cinco años de funcionamiento de la escuela ninguno de los jóvenes ha logrado debutar en clubes de primera categoría. “A ninguno de los muchachos les dieron el pase y ahora se dedicaron al trago porque no les dieron salida”, afirma la cuñada de Méndez, y lo ratifica otra mujer que visitaba la tienda.
Mientras, Diana Delgado califica de “inaudito” que en cinco años no se haya logrado que el Estado les dé una cancha de césped. La Prefectura de Imbabura ya se comprometió a hacerlo y existen más ofertas ahora que una larga caravana de autoridades locales, provinciales y nacionales, y algunos políticos, han volcado sus ojos sobre estos polvorientos caseríos que tienen tan intrigados a los medios de comunicación de Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Bélgica y otros países.
Otra ha sido la experiencia en Piquiucho, ubicada frente a El Juncal, pero que, separada por el río Chota, pertenece a la provincia del Carchi. Ahí, el centro médico y odontológico equipado por su hijo predilecto Ulises de la Cruz cuenta con tres profesionales permanentes contratados por las autoridades del cantón Bolívar, medicina gratuita (incluso en control natal) y tiene la única escuela fiscal de la zona que cuenta con una profesora de inglés, el idioma que Ulises aprendió gracias al fútbol. Y no se ve un solo papel en las calles.
CIFRAS DE POBLACIÓN
Según el censo del INEC, en el 2001, los afroecuatorianos, como también se denomina a los negros, representaban el 5,3% de la población del país.
El 68,7% vive en zonas urbanas. El 40,2% está en Guayaquil (154.283); el resto, en Esmeraldas (44.814) y en Quito (44.484).
El 70,6% de los negros son considerados pobres y el 37,93% en situación de pobreza extrema.
El 30,1% de esta población tiene entre 15 y 29 años de edad. La tasa de analfabetismo es del 10,3%. Apenas el 15% completó la secundaria y 12% la educación superior. La cifra de desempleo entre los afroecuatorianos es del 14%, mientras la media nacional es de 11%.