El Código Da Vinci parte de una elaboración enfermiza con elementos que los psiquiatras consideramos falsificaciones de la memoria, en este caso una verdadera paramnesia fantástica.
Parte del supuesto de la existencia de un linaje remontado a la época del rey David y de este por medio de la sangre de Cristo, en sucesivas generaciones a través de los reyes merovingios por vía de su última monarca Dagoberto II, para finalmente concluir en la leyenda mitológica de que un hijo desconocido de Dagoberto II, el conde de Rhedae, daría origen a un linaje “divino” hasta la familia Houtpoul, quienes según expresa el affaire, prefundarían el priorato de Sión en el siglo XVII.
La pretenciosa culminación de la obra de que el Santo Grial no es el receptáculo que había recibido y contenido la sangre de Cristo, y que en realidad este fue el vientre de la Magdalena, es decir su útero, constituye un delirio paranoico que satisface a quien personalmente es su beneficio: Pierre Plantard de Saint Clair, quien es según las conclusiones de la obra, el heredero del linaje divino y por lo tanto llamado a gobernar en un próximo futuro a todo el planeta y en la casa de Francia.
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La pretensión mitómana del priorato de Sión, como una institución de élite, descendiente de la antigua caballería de los templarios, en realidad tiene vida a partir de la mitad del siglo XX, tal como reza en el Boletín oficial de la República Francesa, el 20 de julio de 1956, número 167, página 6731. Por lo tanto, el priorato no data de la época de las cruzadas. Desenmascarado Plantard de Saint Clair, confiesa que no existe reparo en aceptar que el priorato se inicia en el siglo XVII con la familia Hautpoul. Más aún, Pierre Plantard de Saint Clair, “gran maestre” de la orden de Sión en 1989, abona el terreno para mantener las expectativas creadas a través de este delirio de grandeza y propone a su hijo Thomas Plantard de Saint Clair, como su sucesor en el grado de “gran maestre” (circular del 6 de julio de 1989).
No tiene que temer la Iglesia Católica frente a la conclusión entre pueril y delirante (delirio: pensamiento irreductible a la persuasión o a la lógica) ni ante la trama artificiosa de El Código Da Vinci, pues como está demostrado es simplemente una novela con el mismo grado de fantasía de La guerra de las galaxias, al que se agrega una perversa mitonía sobre un muy elaborado pensamiento delirante paranoide.
Dr. Pedro Posligua Balseca
Guayaquil