“Todos los responsables de los programas periodísticos deben reflexionar sobre el porqué y el cómo usar cámaras escondidas, como así también sobre los límites que no hay que traspasar. Una cámara oculta tiene dos instancias: el momento de la filmación, cuando se decide en qué usarla, y el momento de su publicación, en donde se tiene que decidir si lo que se filmó puede y debe o no ser publicado”, esa es la recomendación de la argentina María Laura Santillán, una de las conductoras del ciclo ‘Telenoche Investiga’.
El estadounidense Marc Gunther, colaborador de la revista American Journalism Review, cuenta que “un importante ejecutivo de una cadena de televisión me comentó recientemente: ‘El periodismo investigativo en televisión es sumamente controversial. En su mayoría es muy bueno, pero muchas veces es más un periodismo de impacto que uno dedicado a verter luz sobre un asunto en particular’. Otro ejecutivo dijo: ‘Me preocupa que las revistas noticiosas le hagan daño a este negocio. Una vez que uno comienza a competir por quedar en el primer lugar en los horarios estelares, cae en una espiral hacia abajo’”.
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En el Observatorio de Medios de la Argentina se comenta: “De vez en cuando reaparece el uso de la cámara oculta como brazo de una justicia instantánea. Crecen los niveles de audiencia, se agita el debate sobre la ética periodística y el objeto de investigación comienza a padecer los efectos de su fama repentina. El uso de la técnica confunde los límites entre el periodismo, el interrogatorio policial, la búsqueda de rating y la sed de justicia.”
Por su parte, el periodista uruguayo Danilo Arbilla, ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), defendió la utilización de la cámara oculta cuando se busca aportar en materia periodística y lamentó que se haya degradado por su uso indiscriminado en programas cómicos y de chismes.