El Césped está mojado, está cubierto por una tela que no lo protege mucho y que moja las botas de los muchachos de negro. Por suerte no llueve, y las largas cabelleras se mueven al ritmo de Bajo el poder del sol, con la voz afilada de Adrián Barilari y la guitarra delirante de Walter Giardino. Rata Blanca ha vuelto a Quito, y está con su público más fiel.
En verdad es una suerte que las nubes, que pintaron de gris a la tarde de ese sábado (29 de abril) no hubiesen soltado su furia. Rata Blanca es un ícono, o más bien el método más ortodoxo para entrar al mundo del heavy metal.
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Para aquellos que se dejaron seducir por temas clásicos como Preludio obsesivo, tenerlos en vivo, en la cancha del Aucas, es simplemente una experiencia que hay que disfrutarla, incluso oyendo canciones del último disco, La llave de la puerta secreta, de esta banda argentina, el mismo que suena un tanto diferente a las canciones clásicas de la agrupación.
Rata Blanca tiene una sólida presencia en el escenario. Solo así se explica que Volviendo a casa, una canción del disco El camino del fuego, sea coreada con tal intensidad por casi cinco mil voces de fanáticos que llegaron de varias ciudades del país, incluso Loja.
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Los músicos tuvieron la oportunidad de hacer solos impresionantes. Marcelo Costa, el nuevo baterista, se mostró contundente con el doble bombo y los acentos en los compases, mientras que el tecladista Hugo Bistolfi cautivó con una fantasía que incluyó pasajes de obras de Mozart.
La única ocasión en la que Giardino cambió su tradicional guitarra fender Stratocaster blanca fue durante la interpretación Agord la bruja, que sorprendió a muchos porque no es una canción habitual en su repertorio.
Ya al final del concierto, Rata Blanca se tomó el control de las almas de los espectadores con sus canciones más conocidas, como Chico callejero, de su primer disco (1988), y luego El guerrero del arcoiris.
El público coreó incesantemente el nombre de la banda, y los músicos argentinos regresaron a escena. Sorprendieron a todos cuando Giardino soltó los primeros acordes de Mujer amante, una canción que había sido dada de baja para sus conciertos, pero que en Ecuador es su gran éxito y no podía dejar de tocarse; más, cuando el cielo no aguantó más y prorrumpió con una lluvia suave.
Sin dar espacio para retomar el aliento, Rata Blanca terminó su actuación con La historia del mago y el hada, que determinó que los últimos aplausos para la banda fueran de admiración total.